Indiferencia

– Casi me descuajeringo de la risa al leer en la primera página de uno de los principales diarios de la derecha lo que sigue: “El PP intentará rematar a Vox tras el 19-J con la indiferencia”. De entrada, llama la atención cómo cambia el cuento en apenas unas horas. Confirmada la mayoría absoluta del PP en la Bética y la Penibética, los deseados y lisonjeados abascálidos se han convertido prácticamente en apestados para la prensa de orden. De verdad que hay que frotarse mucho los ojos ante columnas y editoriales ponderando la moderación de Moreno Bonilla como base de su triunfo apoteósico. En la misma derivada y sin el menor rubor, desprecian el populismo estruendoso y el afán de montar barrilas del partido al que le hacían ojitos hasta un segundo antes de que quedaran contados los votos y los escaños. Y ni cortos ni perezosos, se han puesto a construir y difundir la fantasía tórrida de que en las próximas elecciones generales, el mesías Núñez Feijóo calcará la jugada, dejará a los ultramontanos con dos palmos de narices y gobernará en solitario.

Misión imposible

– Se comprende la euforia del momento, pero semejantes castillos en el aire chocan con varios hechos contantes y sonantes. Primero, es mucho aventurar que en los 18 meses que pueden quedar hasta las generales no vayan a producirse circunstancias que den al traste con los deseos lúbricos. Segundo y más importante, el PP no tiene modo de ningunear al partido con el que comparte el gobierno de Castilla y León y de cuyos votos depende en Madrid (comunidad y capital), Murcia y otro puñado de ayuntamientos. La única fórmula pasaría por romper esos pactos y echarse en brazos del PSOE o dejar que el PSOE se eche en los suyos. Eso, obviamente, sería hacer un pan con unas tortas. Con las elecciones locales a tiro de piedra y las generales, un poquito más allá, no caben acuerdos con el gran enemigo a batir. Por genio del equilibrismo que sea el nuevo presidente de los genoveses, no podrá evitar que lo retraten con su incómodo socio.

No tan rápido

– En el último párrafo miro al flanco progresí que, quizá para que no se note tanto su trompazo, empieza a vender la especie del inminente desplome de Vox. Según la lectura que empezó a espolvorearse la misma noche electoral por las tres marcas de la izquierda, lo mismo que Andalucía marcó el despegue de Vox, ahora ha marcado su declive. Con un par, se anotaban el logro. Llámenme cenizo, pero me da que a los acaudillados por el de Amurrio les quedan muchos sustos y disgustos que dar… y a algunos les conviene que sea así. l