dmiradísimo escritor: Se me encogió el alma al leer que luchaba contra la vida y la muerte hace un par de días, y ayer algo se me rompió por dentro al confirmar que había perdido esa batalla... ¡con 51 años! Sé que suena a fórmula, pero le juro a usted y a los lectores que me siento brutalmente huérfano. Su breve y exigente obra literaria me había convertido en devoto. Yo, que siempre echo pestes de los autores de novela tramposuelos que tiran del cliché facilón y lleno de agujeros, encontré en su novelas del comisario Leo Caldas una autenticidad y una sencillez brutales. Eso, sin contar con el modo en que me trasladaba a mi adorada Vigo y, mientras leía, me llegaban todos sus aromas. Le voy a echar mucho de menos. Y me consta que no soy el único. l