- Ahora sí que sabemos que no hay marcha atrás. Las indirectas, las zancadillas, las escaramuzas y los amagos han dado paso a lo que prácticamente todos los medios estamos titulando como guerra total en el PP. La situación más parecida que uno recuerda es aquel comité federal del PSOE en el que Pedro Sánchez salió por la ventana de Ferraz. Y ya sabemos cómo acabó el episodio: con la resurrección del expulsado y su llegada de carambola a Moncloa, donde sigue felizmente instalado casi cuatro después. Solo que en el caso de la gresca genovesa, no queda claro si el papel de Sánchez le va a terminar correspondiendo a Pablo Casado o a Isabel Díaz Ayuso. De momento, la que tiene un expediente de expulsión (amén de una amenaza de querella) pendiendo sobre su cabeza es la presidenta madrileña. Bien es verdad que también es ella quien cuenta con el favor popular y, salvo deserciones de última hora, de la inmensa mayoría de los medios de información conservadores y casi todos sus opinadores.
- Los que hasta la fecha han pasteleado van a tener que escoger bando. Después de lo ayer, no cabe apelar al diálogo. Toda la tierra intermedia ha sido abrasada. Porque si Ayuso cogió su fusil en su comparecencia de la una de la tarde acusando de crueldad a Casado, Teodoro García Egea se presentó en su rueda de prensa con un bazoka. Y no disparó al aire precisamente, sino a la cabeza y al corazón de quien ya no es rival o adversaria sino directamente enemiga. Sin compasión, y haciendo gala de una falta de principios que superó sus propias plusmarcas anteriores, el sicario Teo dio por probadas todas las acusaciones de corrupción que pesan sobre la emperatriz de Sol. Lo hizo, eso tampoco es mentira, después de que ella misma reconociera en su lacrimógeno alegato que alguna pasta pública sí había llegado a bolsillos de varios prójimos.
- Después del gran estallido, todo hace indicar que seguirá el fuego cruzado y nos aguarda un buen puñado de titulares sabrosos. Los contendientes echarán el resto y no van a dejar una bala sin disparar. Se trata de un duelo ya irremisiblemente a muerte. Ayer, en el fragor de la primera batalla, planteé en Twitter que solo puede quedar uno o, afinando más, una. Pero no fueron pocos los comentaristas que apostaron por un desenlace en el que los dos acaban en la cuneta política. Podría ser que un tercero, pongamos Alberto Núñez Feijóo, esté acariciando un gato. Claro que las fiestas mayores se están celebrando en las sedes del PSOE y de Vox.