- Supongo que es motivo de celebración que el Congreso de los Diputados haya dado el primer paso para investigar en sede parlamentaria los abusos sexuales a menores en el seno de la Iglesia española. No deja de chirriar media gotita, sin embargo, que la decisión definitiva sobre si sale o no adelante deba esperar a la celebración de las elecciones de Castilla y León. ¿Hola? ¿Qué puede haber de electoralismo en esclarecer unos actos repugnantes e intolerables? ¿Acaso hay algún partido político que se sienta concernido por semejantes hechos o que piense que iniciar esta pesquisa le restará votos en los inminentes comicios? Evidentemente, no debería ser así, pero el mero hecho de avenirse a semejante cautela innecesaria es una invitación a sospechar que para alguna fuerza sí puede resultar incómodo que de una puñetera vez se emprenda el camino para encontrar la verdad (o lo más próximo) sobre uno de los episodios más graves que se han vivido en nuestro entorno y a lo largo de vaya usted a saber cuántos años... o siglos.
- En todo caso, si ya andamos muy tarde, supongo que tampoco pasa nada por esperar otro par de semanas. Lo importante es que se haga. Pero sobre todo, que se haga bien. Y ahí es donde cabe extremar el cuidado para que el noble objetivo declarado no acabe una vez más embarrancando. Para eso es fundamental dar con la fórmula adecuada. Si todo fuera como debería ser, no cabrían dudas sobre la idoneidad de una comisión parlamentaria en la que las y los representantes de la ciudadanía hicieran preguntas a comparecientes de todo signo. Para nuestra desgracia y diría que vergüenza, estas comisiones han derivado en espectáculos a mayor gloria de los intervinientes y, a veces, de los interpelados. Más que de encontrar la verdad, se trata de la caza del titular o, mejor todavía, del zasca para lucirse en Twitter ante la parroquia. Seguro que les viene a la cabeza los nombres de varios diputados expertos en estas lides.
- La alternativa podría ser una comisión de personas con conocimiento de causa. La clave estaría en la elección y en la diversidad de perfiles. Es un terreno que las asociaciones de víctimas ya tienen trabajado. Además de las decenas de miles de personas que han sufrido los abusos, hay multitud de profesionales de diferentes ámbitos que ayudarían a arrojar luz. Por lo demás, no nos engañemos: la verdadera investigación deberá llevarse a cabo desde la Fiscalía. Leo que se han puesto a ello y ojalá haya auténtica vocación de llegar hasta el final. Pero me cuesta creerlo.