- Habrá que aplaudir a RTVE por su espectacular éxito en la resurrección de un muerto con caspa que los que llevamos varias renovaciones del carné de identidad conocimos como Festival de Benidorm. El sarao vivió su mayor esplendor cuando todavía respiraba el bajito de Ferrol. Ahí participaron y/o se dieron a conocer Julio Iglesias, Karina, Bruno Lomas, Raphael o el Dúo Dinámico. Luego la cosa entró en declive y fue arrastrándose por el fango hasta que en 2006 se decidió cerrar el chiringuito. Pero en estas apareció algún brillante cerebro del ente público (o, más probablemente, de una productora) con el proyecto de rescatar el invento bajo el nombre de Benidorm Fest y con la fórmula de fase previa para escoger al solista o grupo que representarían a España en el también milagrosamente devuelto a la vida Festival de Eurovisión. Dada la vitalidad recobrada del certamen eurovisivo en las últimas ediciones, con un número creciente de seguidores del fenómeno, no parecía una mala idea.

- La adecuada promoción previa, con unos cuantos cebos para incautos conveniente echados, sirvió para calentar la cosa. Se consiguió una relevancia que trascendió a las diferentes capas de eurofans, desde los más frikis a los que se suman a cualquier evento con entusiasmo para olvidarlo un minuto después de su final. Lo que nadie podía esperar es que el asunto derivaría en cuestión de estado y motivo de bronca ideológica y partidista. Y no es exageración. Unidas Podemos y el BNG anuncian que exigirán en el Congreso de los Diputados explicaciones por lo que consideran falta de transparencia. Ojo a la argumentación del portavoz de Galicia en Común, Antón Gómez Reino: “Creemos que es deber de un organismo público atender las quejas de la población que no se siente representada con esta decisión. El voto popular debe contar de verdad”.

- Y sí, oigan, que fue muy feo que el jurado se pasara por el arco del triunfo las preferencias de los espectadores. Pero en las reglas ponía que eso podía suceder. En última instancia, leñe, solo estamos hablando de un concurso para escoger una canción para participar en un festival que merece el desprecio de los seres superiormente morales que ahora se vienen tan arriba. Sobra el exceso fantasioso de tomar por transgresiones del copón un soniquete resultón acompañado de una teta de plástico o el logrado y muy bien interpretado tema musical en un idioma minorizado que era mi propuesta favorita. Los mensajes profundos son en otra ventanilla, caray.