n vídeo viral de esos que como viene se va. El presunto líder del mundo libre, que en un año de mandato apenas ha demostrado que es un abuelete patoso al que le chorrea la pasta por las orejas, llama “estúpido hijo de puta” a un periodista del ultramontano emporio Fox. Por supuesto, no mirándole a los ojos, sino por lo bajini, creyendo (o quizá haciendo que cree) que el micrófono está apagado. Ya escribí ayer al respecto. He visto los suficientes capítulos de El Ala Oeste de la Casa Blanca como para no creerme que fue un desliz.

En todo caso, no pierdo el sueño pensando en ello. Y tampoco criticando la largada ni defendiéndola porque el destinatario fuera un presunto facha desorejado que merecía que le pusieran en su sitio. Me dejo de moralinas y sonrío al pensar en la cantidad de veces que tipos y tipas que no son Joe Biden me han llamado a mí “estúpido hijo de puta” o cosas bastante peores. Hubo, incluso, quien propugnó que me limpiaran el forro, aunque me libré gracias a que la lista de enemigos del pueblo era casi inabarcable. Y, por el otro lado, el de los buenos que no tiraban de pistola ni trilita, hubo quien exigía mi cabeza en cada consejo de administración del ente público en que me ganaba las alubias. Llevo a mucho honra aquella persecución a varias bandas y la constatación de que hoy, tanto para ciertos políticos de primera fila como para anónimos cagones y cortos de luces que manchurrean el blog donde se publica esta columna con seudónimos de parvulario, soy un estúpido hijo de la gran puta al que habría que callar la bocaza. Babean, luego cabalgamos. Todo en orden, por tanto.