El precedente de Irak - Qué enternecedor. Casi veinte años después regresa el “¡No a la guerra!” en los labios, los tuits y me imagino que pronto en pins, chapas y pegatinas a la antigua usanza. A riesgo de pasar por el ogro del cuentito de hadas, cabe recordar el nulo éxito de la consigna en su momento de máximo esplendor. Nuestras plegarias -sí, yo también grité con todas mis fuerzas y toda mi candidez- no sirvieron para absolutamente nada. Las multitudinarias movilizaciones en todo el planeta no ablandaron el corazón de alabastro de los tipos sin conciencia que, usando como coartada una mentira indecente, habían decidido una operación de castigo contra Irak. Las consecuencias se siguen pagando, aunque como los focos hace tiempo que dejaron de estar en lo que fueron los dominios del sátrapa sanguinario Sadam Huseim, allá películas. Igual que en Afganistán, donde seis meses después del abandono de las tropas que llamábamos “de ocupación”, los talibanes siembran el terror a placer. No queda un derecho humano por pisotear.
Ni sí ni no, o sea... - Cito este último caso con toda la intención. Los mismos que echaban espumarajos contra la presencia invasora de las fuerzas de la OTAN denunciaron la desbandada de agosto de 2021. ¿En qué quedamos? ¿No o sí a la guerra? Ya, sí pero no. No pero sí. Ni sí ni no. Exactamente como ocurre ahora en relación a Ucrania, donde las almas más nobles del lugar se apuntan a la ley del embudo. Sea cual sea el desenlace, tendrán un motivo para mostrar su más enérgica protesta. O porque se interviene o porque no se interviene y se deja a la población a su suerte. Es lo que tiene el ventajismo desde la barrera. Siempre se tiene la razón.
El imperialista es Putin - Por eso, en este caso concreto sería fantástico que junto al “¡No a la guerra!” se aportase la alternativa. Sin trampas, claro. Que lo del diálogo, los esfuerzos diplomáticos y la apelación a esa cosa etérea que nombramos como “comunidad internacional” ya sabemos que es una filfa del nueve largo. Más, cuando tenemos como agente provocador a Vladimir Putin, un tipo que ha demostrado sobradamente su falta de escrúpulos y de humanidad. Resulta terrible, pero por desgracia, nada sorprendente, que la izquierda verdadera, esa que vocifera más que nadie ante las injusticias, haya vuelto a tomar partido una vez más por un tipo que niega a Ucrania su derecho a decidir. Oh, sí, almas sin mácula, de eso va la vaina, que no ha empezado ahora por cierto. Rusia lleva años tratando de impedir por la fuerza que su vecino escoja libremente su futuro. ¿De parte de quién estamos?