- Qué diferente es el mundo según se esté en el gobierno o en la oposición. El PP lleva días montando la barrila porque todo el enero es inhábil en el Congreso de los Diputados. Según tuiteó el estajanovista líder de los populares el otro día, "el país no está para que el Gobierno se vaya de vacaciones". La chorrada es de parvulitos de argumentario politiquero y la he escuchado o leído desde que tengo uso de razón, ya digo, a cargo de portavoces de distintas siglas. Y, cómo no, ocurre exactamente igual con la respuesta irrebatible del partido que está al mando, en este caso, el PSOE. "Los periodos de sesiones vienen determinados en la Constitución, y Pablo Casado debería saberlo", refutan desde Moncloa y Ferraz. Inmediatamente después añaden, como reveladora excusa no pedida, que además es completamente incierto que la actividad parlamentaria esté totalmente parada, pues aunque no haya plenos o comisiones de control, se sigue trabajando en segundo plano. Y seguro que es verdad, pero eso no evita la pésima imagen pública que se da (y esto vale también para nuestros parlamentos) con un parón que no tiene equivalente en ninguna otra actividad, ni privada ni pública.
- Tampoco los datos de paro se ven igual en el banco azul o en los otros. Los últimos, los que nos conocimos ayer, parecen apuntar en la buena dirección. Tanto en la demarcación autonómica como en la foral y en el conjunto del Estado, se recuperan los niveles de empleo previos a la pandemia. Además, décima arriba o abajo, se ronda el récord de afiliación a la Seguridad Social. Es una pésima noticia para los cuantopeormejoristas de todo signo. "Son datos dopados", corrió a protestar la intrascendente portavoz del PP en el Congreso, Cuca Gamarra. Según ella, se trata de un espejismo provocado por un arreón de creación de empleo público que va a salir muy caro. Desde los distintos gobiernos, sin embargo, hemos visto bailar triunfalistas congas de Jalisco. ¿No habrá un punto intermedio?
- Déjenme que dedique el puñadito de líneas que quedan al cumpleañero del día. 84 tacos de vellón le caen a Juan Carlos de Borbón y Borbón. Aunque los más entregados cortesanos se las prometían felices y creían que esta vez podría soplar las velas en su casa (¿Quién sabe cuál es, por cierto?), deberá hacerlo de nuevo en su lejana tierra de extrañamiento. Tendrá que ser para el siguiente aniversario, siempre y cuando no lo evite, como hasta ahora, su propio hijo, que es el menos interesado en tenerlo cerca. Qué historia más triste.