- Salvo giro inesperado de los acontecimientos, el Gobierno español aprobará hoy el Real Decreto con las modificaciones acordadas por los llamados agentes sociales a la reforma laboral de 2012, es decir, la de Mariano Rajoy. Basta rascar superficialmente en ese mero enunciado para encontrarnos con dos datos fundamentales. Uno: para aparentar el cumplimiento de la promesa de darle un tiento a la malvada normativa antes de fin de 2021, se recurre una vez más al atajo del decreto. Y dos: ni de lejos estamos ante la derogación comprometida por activa, pasiva y circunfleja. Son unos cuantos toquecitos a lo que ya había. A nadie se le escapa que, de otro modo, habría sido imposible arrastrar al consenso a la patronal española. Y si es verdad que el meritorio jefe de los empresarios, Antonio Garamendi, es un tipo con disposición al diálogo, también lo es que no iba a participar en la voladura del instrumento más querido por los contratadores.
- Según vamos conociendo más de los términos del pacto, todo lo que ha hecho Garamendi ha sido ceder unas migajas para no perder lo fundamental. La parte más carpetovetónica de su organización y de los medios le han atizado a modo. Los más pragmáticos, sin embargo, han aplaudido su movimiento de caderas, puesto que en la práctica supone que el grueso de la normativa laboral del PP siga en pie. Ni siquiera ha sido el lampedusiano “cambiar todo para que nada cambie”. Según la prensa de orden, las modificaciones han sido perfectamente asumibles. El resultado final del baile ha sido, según estas versiones, que el PSOE y más todavía Unidas Podemos se han comido con patatas hervidas su gran reclamo electoral. La anunciada derogación ha quedado en reformilla de la reforma, o sea, en parche.
- Y tal cual parece que lo han visto los socios principales del Gobierno español. Sin dejar de ponderar el valor del acuerdo, el PNV ya ha dejado claro que sin el reconocimiento de la prevalencia de los convenios vascos, su voto será negativo. Con más nitidez y contundencia (también porque ha sido la formación más cruda y claramente defraudada), EH Bildu ha anunciado su intención de tumbar la componenda y de arrastrar a Esquerra al rechazo. Resumiendo, que si no hay cambios sustanciales, cuando el decreto que se aprueba hoy llegue al Congreso para su convalidación, se encontrará con que los números no dan. Será una pena a la vista del esfuerzo negociador, pero también la constatación de que no se puede contentar a todos los acreedores al mismo tiempo.