Si andan con prisa, les resumo en una frase lo que viene a continuación. Su autor es el columnero más monárquico de El Mundo, Eduardo Álvarez: "Lo mejor que puede decirse de la primera visita del Rey Juan Carlos a España es que, a Dios gracias, se ha terminado". Pues sí. Cuatro días de garbeo campechano han servido para poner al borde de un ataque de nervios a la flor y nata del cortesanismo. Tan harto ha acabado Álvarez que acaba insinuando casi lo mismo que los grupos soberanistas y de izquierda del Congreso: "Si no se plegara a la autoridad de su hijo, agrandaría una crisis en la institución que podría obligar al estudio de medidas tan duras como la retirada del título de Rey, con carácter vitalicio, que ostenta Don Juan Carlos y hasta la necesaria reforma legal para su apartamiento de la Familia Real".
Ese cabreo se mostraba ya en el titular de apertura del diario que ahora dirige Joaquín Manso: "Felipe VI expone a su padre el perjuicio que causa a la Corona". El complemento es un editorial titulado "Felipe VI merece la lealtad de Don Juan Carlos", donde se expone el manual de instrucciones para evitar nuevos bochornos: "Los sucesivos viajes del Rey padre a España han de regirse por un protocolo institucional regido por la prudencia y el decoro público, pues Don Juan Carlos nunca dejará de ser Rey, lo que significa que no puede comportarse como un particular".
En El Español, Pedro J. Ramírez no oculta tampoco su irritación con el niño grande y caprichoso. Bajo el titulo "Un real despropósito", el de los tirantes va a degüello desde el primer párrafo: "La célebre sentencia de Thomas Hobbes "el hombre es un lobo para el hombre" bien podría aplicarse al caso del rey emérito. La palpable incomodidad de Felipe VI desde que Juan Carlos I volvió a España el pasado jueves acredita que, a veces, el peor enemigo de la monarquía puede ser la propia monarquía. O algunos monárquicos. Si no es desde un afán de protagonismo egoísta, no se entiende muy bien la insistencia del emérito en exhibirse públicamente durante los últimos días. Porque su impunidad penal no implica su impunidad moral".
Cómo será la cosa, que hasta al ABC le cuesta disimular su disgusto, que en realidad, es el disgusto del hijo del emérito, como queda patente en el titular de apertura: "El Rey demanda prudencia a Don Juan Carlos". Y luego, aunque en el editorial se templan gaitas, no se evita la puyita sobre algo que faltó en el encuentro de ayer entre padre e hijo: "Estética e institucionalmente eso tenía mucho más sentido, como lo tenía que ayer se hubiese difundido alguna fotografía del encuentro. Más allá de que no fuese una reunión oficial, sino privada, como mantiene la Casa, si esa imagen se ahorró es porque cabe suponer que no todo se ha desarrollado durante estos días a la perfección deseada. La reunión es una buena noticia, pero esa imagen habría satisfecho a muchos monárquicos preocupados".
Entre esos monárquicos preocupados se cuenta, aunque trata de disimularlo, Francisco Marhuenda. Enseguida verá la obsequiosidad del editorial del diario que dirige. Y es verdad que en su propia pieza no falta coba, pero tampoco este recadito: "El padre se debe al hijo al igual que hizo en su día don Juan cuando renunció a sus derechos. Don Juan Carlos fue un gran rey, a pesar de sus desaciertos, y ahora le toca servir a la Corona sin importar cuáles son sus deseos e ignorando a aquellos amigos que no le hacen ningún bien con sus consejos y opiniones".
Eso sí, como les decía, la postura oficial del periódico azulón es tan genuflexa, que no se corta en interpretar así el pensamiento de los ciudadanos: "No es sólo que la mayoría de la población española entienda perfectamente que el anterior Jefe del Estado quiera reencontrarse, aunque sea por un breve espacio de tiempo, con su país y con sus familiares y amigos, sino que esa misma mayoría es consciente de que detrás de las pretensiones ejemplarizantes de podemitas y nacionalistas no hay más que un ataque sistemático a la forma del Estado, consagrada por la Constitución".