Ante las (por lo menos) tres últimas subidas del salario mínimo, hemos oído lo mismo: se perderán chopecimientosmil puestos de trabajo. Las cifras del desempleo no parecen reflejar el negro vaticinio. Da igual, esta va a ser la buena. "La subida del SMI a 1.000 euros arriesga más de 100.000 empleos", se tira de los pelos La Razón en primera. En la letra pequeña de la información correspondiente, vemos que quien lo asegura es juez y parte: "Según un estudio de Randstad Research en colaboración con Cepyme, la diferencia de subir el SMI hasta 1.000 euros al mes por catorce pagas en el año 2022 en lugar de dejarlo en unos 969 euros mensuales, tendría un impacto negativo sobre el empleo de entre 60.000 y 130.000 puestos de trabajo desde su entrada en vigor hasta 2023".
"Demagogia salarial en clave personal", titula ABC su editorial, que podía ser, perdonen la insistencia, el mismo de las últimas subidas. Pese a los vaticinios anteriores fallidos, el amanuense insiste: "Díaz es consciente de que no es este el mejor momento -para los empresarios nunca lo es- de tocar y maquillar el SMI, variable cuyo incremento apenas admite ya nuevas alzas, por pura lógica del mercado laboral. La líder de la nueva izquierda no piensa en la patronal, y tampoco en unos trabajadores que pueden resultar perjudicados por su populismo salarial".
El editorial de El Mundo es casi un calco. Tanto, que el editorial es casi idéntico al del vetusto diario: "Subida demagógica del salario mínimo". Y la argumentacion, ídem de lienzo, aunque esta vez con una peculiar salida de pata de banco al final: "La subida continuada e ideológica del salario mínimo en un país de pymes y autónomos impacta negativamente sobre el mercado laboral, como ha explicado el Banco de España. Hoy revelamos que en tres de las autonomías de menor renta -Canarias, Extremadura y Asturias- el paro entre mujeres menores de 19 años es del 100%. No parece un dato del que pueda presumir una ministra de Trabajo feminista".
De vuelta a La Razón, nos encontramos a Francisco Marhuenda dispuesto a darnos una clase de Historia parda… y de ese nacionalismo español que juran que no existe: "Castilla y León, con mayores méritos que el País Vasco o Cataluña, es una nacionalidad histórica. Las razones son tan abrumadoras para un historiador que no merecen ser glosadas. Ha sido, además, la gran sacrificada a lo largo de los siglos y sobre sus espaldas recayó desde la Reconquista hasta la colonización de América y el sostenimiento del Imperio en las luchas europeas". ¿Y?
Festival de ranciedades
Siguiendo por los andurriales de nacionalcatetismo, nos encontramos en ABC con Juan Fernández Miranda supurando caspa xenófoba porque sí: "A mí los ingleses me caen mal por definición, con esa flema, tanta pompa y circunstancia, un Brexit por pelotas... ¿y esos sándwiches? Padecen de un posimperialismo mal acabado, como que les falta un 98 para ser españoles, y esa mirada altiva, en plan «cuidado, que nosotros hacemos ‘sir’ a los piratas»". Lo escribió con un palillo entre los dientes, seguro.
Y casi lo mismo podemos intuir de una pieza de Sergi Sol en La Razón titulada "La irresistible sensualidad de Ayuso". Con eso, basta para imaginarse el tenor de la pieza, pero si necesitan confirmación, aquí tienen unas letras babeantes: "La presidenta madrileña es una seductora nata, un torbellino capaz de sacudir la pista de baile con sólo pisarla. A veces, su mirada turbadora se asemeja a la muñeca diabólica. Las más, es un ciclón de una sensualidad arrebatadora".
Al olor de la sal gorda, se presenta Alfonso Ussía para eructar sobre transexualidad y deporte: "Ser un deportista masculino inmerso en la mediocridad y hacerse mujer para competir desde la trampa, está muy feo. Hasta Iceta podría correr la banda como si fuera Gento, con esa agilidad que demuestra en el baile. Pero creo que el deporte no puede admitir la transexualidad de hombre a mujer. Los hombres contra los hombres y las mujeres contra las mujeres".
¿Qué nos queda para completar los juegos florales de la ranciedad? Pues un genuino chiste de vascos a cargo de Luis Ventoso, adjunto a la dirección del digital catolicorro El Debate y, como verán, un merluzo de categoría: "Concejal en la villa balnearia de Cestona (lo que ahora el nacionalismo llama Zestoa, por aquello de tocarle un poco la zanfoña al resto de los españoles). Imagino que habrán reparado en los nombres de pila de sus señorías: Garikoitz, que al parecer quiere decir «campo de trigo», y Kerman, que es un invento para no poner Germán, que suena muy mal (léase español). Probablemente, ningún vasco se llamó jamás Garikoitz o Kerman antes de que los hermanos Arana inventasen su mito identitario. Con lo fácil que era lo de Josemi y Perico".