Farala

A medida que crece su figura política, la vicepresidenta española y ministra de Trabajo ha escalado puestos en el pimpampum cavernario. “Tenemos chica nueva en la oficina, se llama Farala Díaz y es divina”, pretendía pasar por chistoso Antonio R. Naranjo en El Debate. Eso era en el título. En la letra menuda, insistía: “En el imaginario de Farala Díaz, que ha metamorfoseado de Nekane a dama de honor en boda de provincias soviéticas, el empresario es un señor que fuma puros, regüelda, vuelve a fumar puros”.

Pasionaria con rouge

En el mismo chiringo digital, Mayte Alcaraz trataba de superar la chanza de su compañero: “Yolanda pregunta todos los días al espejo y la respuesta siempre es la misma: tú, tú y tú, y nada más que tú. La más comunista, la más sindicalista, la más negociadora, la Pasionaria con rouge, la mujer que pasea con el gran líder por los jardines de Guiomar y Machado, será quien derogue la reforma del malvado Mariano. No lo hará nadie ni Nadia”. La mención a Dolores Ibarruri no es ni siquiera nueva. Javier González-Ferrari llama a Yolanda Díaz en Vózpuli “la Pasionaria vestida de Prada”. El que gana el concurso, cómo no, es Federico Jiménez Losantos, que se refiere a ella como “La Fashionaria”.

‘Zorroridad’

En El Mundo, Santiago González la denomina “Gran esperanza rubia del podemismo”. También en el diario de Unedisa, Emilia Landaluce incorporaba al cóctel a la vicepresidenta Nadia Calviño y rizaba el rizo hasta más allá de lo chabacano: “Yolanda Díaz y Nadia Calviño, se comportan como las dos fierecillas que se zurran en bikini para deleite del patriarca. No creo que haya ningún componente machista en este asunto -lo mismo hubiera podido pasar entre Escrivá e Iglesias- pero las derechas pierden la oportunidad de inventarse un nombre. Zorroridad me parece demasiado evidente, pero no se me ocurre nada mejor y tampoco conozco lo suficiente el abstruso vocabulario del feminismo (quizás violencia vicaria de congénere)”.

Matria

Al lado de lo anterior, lo de Pablo Molina en Libertad Digital es una caricia: “Debemos ser el único país del planeta Tierra con un ministro comunista de Trabajo que, encima, es el más querido por el pueblo soberano. Poco nos pasa en nuestra querida matria”.