Pavlov puro. El gobierno español toca la campanilla anunciando que va a apretar las tuercas de los grandes propietarios de viviendas en alquiler, y Diestralandia empieza no ya a salivar, sino a echar espumarajos por la boca. O, en este caso, por las teclas, vamos.
El Mundo encabeza el desfile de escandalizados e irritados titulando en primera a todo trapo: "Podemos arrastra a Sánchez a la intervención radical del alquiler". El rasgado de vestiduras sigue en un editorial titulado "Gobernar contra la propiedad". Les bastará con el arranque para hacerse una idea: "Lejos del cacareado giro a la moderación, el sanchismo dio ayer un paso de gigante en la degradación populista que anima su proyecto de país. Si la libertad y la propiedad son los dos pilares sobre los que se asienta toda economía de mercado, es decir, toda democracia liberal viable, la coalición de izquierda radical acaba de asestar a ambos principios el golpe más agresivo del que se haya tenido noticia en España".
El editorialista de La Razón también fuma en pipa y agita con ardor el espantajo de la incautación: "Desde el pensamiento mágico de la izquierda, lo que no se posee se puede, simplemente, incautar bajo la excusa de una redistribución de la riqueza que se pretende justa, pero que no lo es en absoluto, al menos, en aquellas sociedades que depositan en el Estado la confianza en el respeto a la seguridad jurídica".
El comodín de la "seguridad jurídica" no falta en casi ninguna de las piezas. Tampoco, por supuesto, en el doliente editorial de ABC: "Ha vuelto a ocurrir lo de siempre: Sánchez cede y vuelve a claudicar ante el chantaje populista para diseñar unas cuentas públicas que no solo amenazan con ser irresponsablemente expansivas, sino que además pondrán en jaque la seguridad jurídica de los propietarios españoles con su reforma de la ley de vivienda".
También las páginas del vetusto, el veterano José María Carrascal hace la crónica deportiva del anuncio: "El resultado de este primer pulso intergubernamental es: extrema izquierda, 10; izquierda moderada, 0. Pedro Sánchez está claro que no es un Felipe González. Está más cerca de Pablo Iglesias o de Yolanda Díaz, su sucesora. Y, sin duda, pronto vendrán otros sablazos en la misma dirección".
En el recién nacido El Debate, Luis Ventoso (fichaje procedente de ABC) muestra sus aparejos dialécticos de arrastre: "Si tienes un Ejecutivo de coalición social-comunista al frente de tu país no cabe esperar que gobiernen precisamente bajo la iluminación de Adam Smith, Hayek, Popper y Milton Friedman. Lo esperable es que arruguen la nariz ante la propiedad privada y los beneficios empresariales, intenten eludir las reglas de juego limpio que oxigenan las democracias y tiendan a acogotar fiscalmente a todo aquel que se esfuerza por prosperar. Y eso es lo que está ocurriendo en España: son comunistas y socialistas y actúan en consecuencia. Es su naturaleza".
Después de decir poco más o menos lo mismo, el editorialista del periódico de la Asociación Católica de Propagandistas (no es coña) remata la pieza con este lamento: "España sigue siendo la única democracia de Occidente en la que el Partido Comunista tiene miembros en el Gobierno. ¡Hasta una vicepresidente! Y esas ideas traen estas consecuencias".
Tiene su gracia lo de los social-comunistas, especialmente al llegar al primer párrafo del editorial de El Español de Pedro J. Ramírez. Por lo visto, Franco también era un rojo: "A falta de conocer la letra pequeña de la nueva normativa, parece seguro decir que esta implicaría, en caso de aprobarse, una intervención estatal del mercado inmobiliario como no se ha visto en España desde la ley franquista de 1964 que consagró los conocidos como alquileres de renta antigua".