La historia de Navarra como reino no se puede entender sin la figura de Sancho VII, con quien se despidió la dinastía Jimena en la primera mitad del siglo XIII al no dejar descendencia, cuanto menos legítima. Su gesta en la batalla de Las Navas de Tolosa (1212) fue el momento más exitoso de un reinado que duró 40 años.

Fruto del matrimonio entre el rey navarro Sancho VI el Sabio y la princesa castellana Sancha, Sancho el Fuerte nació probablemente en Tudela en 1154, aunque su reinado no empezó hasta cuarenta años después, en el ecuador de su vida.

Según el doctor en Historia Luis Javier Fortún Pérez de Ciriza, antes de su coronación ya había dirigido en tierras aquitanas dos campañas de apoyo al rey inglés y duque de Aquitania Ricardo Corazón de León (esposo de su hermana Berenguela), que estaba preso en Alemania, en contra del conde de Toulouse. Navarra consiguió así una interesante influencia al otro lado de los Pirineos.

Una estatua de Sancho el Fuerte erigida en Tudela.

Una estatua de Sancho el Fuerte erigida en Tudela. Arenillas

Inicio difícil de reinado

Al morir su padre y llegar al trono en 1194 aplicó una política de continuidad en las relaciones con Castilla y Aragón. Tras casarse en 1195 con Constanza, hija precisamente del conde de Toulouse y a la que repudió cinco años después, vivió un difícil comienzo de reinado.

Navarra y León se aliaron y atacaron a Castilla en 1194, un año antes de que los almohades derrotaran al rey castellano Alfonso VIII en Alarcos y llegaron a pactos con navarros y leoneses para no ayudar a los derrotados. Un comportamiento que no gustó al papa Celestino III, que propuso a Sancho el Fuerte una alianza de los “reyes de las Españas”, garantizándole la inviolabilidad de Navarra, ofreciéndole el reparto de los territorios conquistados a los moros y designándole con el título de rey de Navarra, algo que la Santa Sede no hacía desde 1134.

Vivió casi 80 años, longevidad poco frecuente en la época, y reinó la mitad de ellos, 40, entre 1194 y 1234, cuando murió.

Pérdidas ante Aragón y Castilla

Sancho se reunió con Alfonso VII y Alfonso II de Aragón en 1196 en la llamada ‘Mesa de los Tres Reyes’, pero la alianza se rompió un año después cuando Aragón y Castilla se unieron para atacar a León. En 1198 Alfonso VII y el nuevo rey aragonés, Pedro II, se aliaron en el Tratado de Calatayud para atacar Navarra e intentar repartírsela. Miranda de Arga e Inzura cayeron en manos castellanas y Aibar y Burgui pasaron a manos aragonesas.

Con la intercesión del obispo de Pamplona, Sancho logró que Aragón se retirara, aunque sin devolver las plazas conquistadas. Pero Castilla prosiguió su ofensiva: cambió de objetivo y logró arrebatarle Álava (Vitoria se rindió en 1200 tras ocho meses de asedio), Gipuzkoa y el Duranguesado mientras el rey navarro buscaba ayuda en los almohades. A cambio de las fortalezas de Treviño y Portilla, las únicas que habían resistido, Sancho recuperó Miranda de Arga e Inzura.

Con él en el trono navarra perdió Álava, Gipuzkoa y el duranguesado a manos de Alfonso VII de Castilla.

Años más tarde firmó una tregua con Castilla en Alfaro (1203), renovada en Guadalajara (1207), en la que Navarra no reconoció la pérdida de sus territorios, aunque no los pudo recuperar. Las relaciones con los castellanos seguían siendo muy tensas y eso llevó a Sancho a acercarse a Aragón. El saneamiento de la hacienda real le permitió convertirse en inversor y prestamista, concediendo un crédito a Pedro II, que le entregó a cambio los lugares de Petilla de Aragón, Gallur, Peña y Escó.

Gesta en Las Navas de Tolosa

Paralelamente, el enfrentamiento entre Castilla y los almohades se reanudó y el papa Inocencio III proclamó la cruzada y pidió ayuda a los reyes de Aragón y Navarra. Pedro II aceptó y Sancho VII, aunque con reticencias, acabó uniéndose con 200 caballeros.

Su presencia fue decisiva en la batalla de Las Navas de Tolosa (Jaén, 1212). Sus tropas asaltaron el campamento almohade y llegaron hasta la tienda del califa Muhammad an-Nasir, conocido como Miramamolín. Allí Sancho rompió la defensa de sus soldados y las cadenas que los unían, unas cadenas que la leyenda dice que incorporó al escudo de Navarra.

No tuvo hijos legítimos y pactó un prohijamiento con Aragón, pero le sucedió su sobrino Teobaldo de Champaña.

Esa victoria le otorgó prestigio y dinero, que utilizó para reforzar las fronteras, comprando pueblos situados y construyendo castillos, e incrementar el patrimonio de la corona en Tudela y Pamplona. Incluso se extendió por Aragón aprovechando préstamos no devueltos.

Encierro y problema sucesorio

Ya rondando los 70 años su actividad se redujo a la mínima expresión y se centró en Tudela, donde la mala salud lo llevó a encerrarse en su castillo durante sus últimos diez años de vida, siendo apodado el Encerrado.

Fue el momento de pensar en su sucesión. Su matrimonio con Constanza no dejó hijos, y de sus supuestas nupcias posteriores con Clemencia de Alemania pudo haber nacido Fernando, muerto muy joven. Sí tuvo bastantes hijos bastardos, pero ninguno legítimo. Eso unido al fallecimiento de su hermano Fernando, el otro varón de los cinco hermanos, dejaba como opción que su sucesor fuera su sobrino Teobaldo de Champaña, hijo de su hermana Blanca. Pero la mala relación entre ambos descartó esta vía.

El sepulcro del rey en Roncesvalles. Universidad de Navarra

Sancho VII optó por una filiación artificial: llegó a un pacto de prohijamiento con el rey aragonés Jaime I, firmado en Tudela en 1231 y por el que acordaban que quien sobreviviese al otro ocuparía el reino sin obstáculos. Un pacto que nunca se cumplió, ya que el morir Sancho tres años después, casi con 80 años, una longevidad poco frecuente en la época, fue su sobrino el que heredó el trono, finalizando así la dinastía Jimena e iniciando la de Champaña.

Leyendas y verdades


Seis años más, seis años menos

Se considera que su nacimiento tuvo lugar en el año 1154 (el 17 de abril), aunque anteriormente hubo quienes fijaron su llegada al mundo seis años después, en 1160, la fecha inscrita en su estatua de Tudela.


Tudelano, o quizá no

Se da por bueno que nació en Tudela debido a que sus padres, Sancho VI y Sancha de Castilla, vivieron frecuentemente en la capital ribera, pero no está acreditado. Sí es cierto que residió de forma bastante continua en Tudela, donde también murió.


¿Quién fue su segunda esposa?

Se casó con Constanza, hija del conde de Toulouse, en 1195, aunque en 1200 la repudió y se divorció. Hay dudas sobre su segunda esposa, que podría ser Clemencia de Alemania, hija de Federico I Barbarroja, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.


Sin hijos legítimos, pero con muchos bastardos

Con Constanza no tuvo descendencia, y con Clemencia pudo tener un hijo que habría fallecido con 15 años en un accidente ecuestre. Se le adjudican hasta siete bastardos: Ramiro, obispo de Pamplona entre 1220 y 1228; Pedro, que podría haber sido abad de Irache entre 1223 y 1333; Guillermo, exiliado en Aragón y Mallorca; Jimeno; Lope; Rodrigo; y Blanca, abadesa de Marcilla.


El mayor de cinco hermanos

Fue el primogénito y tras él nacieron Fernando, Constanza, Berenguela (casada con Ricardo Corazón de León) y Blanca. Hay fuentes que afirman que Fernando falleció en un accidente con un caballo, que podría confundirse con la muerte del supuesto hijo de Sancho.


Muere en Tudela, pero ‘viaja’ a Roncesvalles

Sancho murió el 7 de abril de 1234 en el castillo de Tudela debido a una úlcera varicosa en una pierna, aunque su estado de salud llevaba un tiempo flojo, con episodios de depresión que se sumaban a su obesidad y a la gota. Fue enterrado en la iglesia de San Nicolás de Bari y dos años después se le trasladó a la Colegiata de Roncesvalles, construida a instancias de él y donde quería ser sepultado.


¿Quién descansa a su lado en Roncesvalles?

Aunque no está confirmado que fuera su segunda esposa, una figura en madera de Clemencia de Alemania se colocó junto al sarcófago de Sancho el Fuerte en Roncesvalles.


¿Por qué se le llamó El Fuerte?

Por su enorme estatura y por la fortaleza que tenía gracias a su altura. No se puede certificar cuánto medía, pero su biógrafo y catedrático médico forense de Pamplona, Luis del Campo, calculó entre 2,28 y 2,31 metros. Lo hizo extrapolando al resto del cuerpo la medida de su fémur que dio en 1622 el subprior Huarte tras ver sus restos mortales.


Las cadenas de navarra

En la batalla de Las Navas de Tolosa las tropas de Sancho el Fuerte llegaron hasta la tienda del califa almohade Miramamolín y cortaron las cadenas que la protegían. La leyenda dice que Sancho ordenó colocarlas en el escudo de Navarra para conmemorar esa victoria, aunque parece que se incorporaron dos siglos después.


El arrano beltza, su símbolo

El arrano beltza, un águila negra, es uno de los símbolos con los que se representa a Sancho el Fuerte, quien lo introdujo tras su proclamación en 1194 en el diseño de las figuras ecuestres y armas decorativas de las matrices de sus sellos personales.


La huella actual del rey en Pamplona y Tudela

Aunque sus restos se encuentran en Roncesvalles y la mayoría de su vida transcurrió en Tudela, es en Pamplona donde se puede encontrar más simbología de Sancho el Fuerte, concretamente en el Palacio de Navarra. En su fachada principal, que mira al paseo de Sarasate, hay una estatua en su honor junto a la de Sancho III el Mayor. Obra de Fructuoso Orduña, representa a Sancho VII como un guerrero que sostiene una espada, un escudo y las cadenas robadas a Miramamolín.


El Palacio cuenta con más símbolos que recuerdan a este rey, como el arrano beltza, una parte de las cadenas o alguna pintura, pero destaca el tapiz de la batalla de Las Navas de Tolosa en el despacho de la Presidencia. Como explica el historiador Julio Asunción, en él se ve al rey abriéndose paso con su maza entre los esclavos negros que protegían la tienda del rey moro.


En Pamplona también tiene una avenida con su nombre que cruza los barrios de San Juan e Iturrama. También Tudela tiene una escultura en su honor, en la plaza Sancho VII el Fuerte, erigida en 1981 por iniciativa de la Real Sociedad de Amigos del País de Tudela. Obra del escultor Antonio Loperena y con cinco toneladas de peso, para el gesto de Sancho el Fuerte se inspiró en la figura de Fructuoso Orduña del Palacio de Navarra y para su retrato, en la escultura yacente de Roncesvalles, aunque rejuveneciendo su aspecto.