Bernardo Atxaga es un tótem. Empezó a cimentar su leyenda a finales de los años 70 de la mano del colectivo Pott Banda, una constelación de estrellas de las letras vascas que revolucionó nuestro panorama cultural. Con la aparición del ya mítico ‘Obabakoak’ (1988, Erein) Atxaga empezó a jugar en otra liga. Su tarea fue reconocida por todos lados: ganó el Premio Euskadi, el Premio de la Crítica, el Premio Nacional de narrativa, el Premio Millepages de París, finalista de IMPAC European Literary Award... El fervor dio la vuelta al mundo con la traducción del libro a 27 idiomas. En Italia acaban de reeditar el libro 34 años después de su publicación.

Según Atxaga, Obaba es un territorio que recrea la Gipuzkoa rural y a menudo olvidada. Pero tiene que haber algo más. Lo reconocía el novelista vasco en un texto que se puede consultar en su página web, atxaga.eus: “Cuatro historias y un paisaje no hacen, sin embargo, un mundo. Pueden marcar un espíritu, darle un carácter determinado a nuestra forma de estar en el mundo, ayudarnos a comprender la sociedad que nos ha tocado en suerte; pero se requiere algo más. Se requiere que esas cuatro historias -y las cuatro mil o cuarenta mil siguientes- tengan una misma cualidad y estén todas ellas en consonancia, que respondan a una única forma de sentir y de pensar. Ésa era, ciertamente, mi impresión: que los habitantes de Alkiza, Albiztur, Asteasu o Zizurkil bailaban todos al mismo compás y con la misma melodía”.

Atxaga teje con sabiduría las historias de los habitantes de su mundo imaginario, desde un profesor enamorado de una chica por unas cartas a la relación que se establece entre un canónigo y un niño perdido en el bosque. ‘Obabakoak’ contó con su propia versión cinematográfica a cargo de Montxo Armendariz (‘Obaba’, 2005) y fue creciendo en entregas posteriores (‘Dos hermanos’) hasta prácticamente fusionarse con el escritor de Asteasu. Hace unos años decidió abandonar este particular espacio que finiquitó, exhausto, entre Bilbao, Santa María del Campo (Burgos) y Escocia.

La editora Laura Miller lo incluyó entre los 100 universos literarios más importantes de todos los tiempos. ‘Literary wonderlands: A journey through the createst fictional worlds ever created’ está compuesto por territorios tan conocidos como los de ‘La odisea’, ‘El señor de los anillos’, ‘Pedro Páramo’ y ‘Cien años de soledad’. Obaba no se agota, es infinito.

Profesor emérito de la Universidad de Utah, a sus 89 años Jan Harold Brunvan está de moda. En realidad, nunca hemos abandonado su principal objeto de estudio: los bulos y las leyendas urbanas, lo que ahora conocemos como fake news y nos llegan principalmente a través de las redes sociales. Siempre han estado ahí. Antes ocurrían cerca de nuestro entorno, “a un amigo de un amigo” que nunca aparecía ni sabíamos de su existencia. En los años 80 y 90 la televisión o la radio podían jugar malas pasadas. Todavía se recuerda el mayor bulo de la historia de Antena 3 en el programa ‘Sorpresa Sorpresa’. El rumor circuló rápidamente y mezclaba en una truculenta escena a un perro, una adolescente, mermelada untada y Ricky Martin. La cadena lo desmintió, pero la gente se lo tragó o se lo quiso creer. Cambia el medio de difusión, no así el mensaje falaz.

Harold recopila muchas falsedades en ‘El fabuloso libro de las leyendas urbanas: demasiado bueno para ser cierto’. Aquí van tres: caimanes en las alcantarillas, autoestopistas que desaparecen de dentro del coche y ratas en las cajas de pollo frito. Para cuando salió el libro, en 1999, el mismo año que el episodio increíble de ‘Sorpresa Sorpresa’, el profesor ya era una eminencia en este campo. Llevaba 20 años publicando exitosos ensayos que indagaban en estas narraciones apócrifas que fascinaban a Gabriel García Márquez por representar una suerte de tradición oral contemporánea. Mucho antes, en 1968, el profesor se convirtió en un icono pop en su país natal con un best seller instantáneo, ‘The Study of American Folklore’.

Harold disecciona leyendas urbanas cómicas y terroríficas. Lo hace de una manera amena y ágil y no exenta de jugosa información. Cada mito va acompañado de un comentario sobre el origen y las variantes que ha tenido a lo largo del tiempo. Como se indica en el título del libro, son historias demasiado rebuscadas -por su carácter fantástico o hiperbólico- para ser ciertas, pero casi siempre aparece alguien certificando su autenticidad. El autor clasifica temáticamente unas leyendas urbanas que siguen transformándose sin perder un ápice de vigor y actualidad. Un joven Harold se pondría las botas si tuviera que acometer la tarea de reunir en un nuevo libro los difusos mensajes y cuentos fantasma que asoman todos los días a las redes sociales.