l color es el teclado, los ojos las armonías, el alma es el piano con muchas cuerdas. El artista es la mano que toca, tocando una nota u otra, causando vibraciones en el alma”. Vasily Kandinsky (Moscú, 1866-Neuilly-sur-Seine, Francia, 1944), uno de los padres del arte abstracto, revoluciono el mundo de la pintura, desarrollo un importante corpus teórico (suyos son ‘De lo espiritual en el arte’ y ‘Punto y línea sobre el plano’’, entre otros ensayos) y continúa siendo un extraordinario enigma. Al igual que Rimbaud, Billie Eilish o Kanie West, Kandinsky tenía el don de la sinestesia, una rara cualidad neurológica que afecta al 1% de la población y hace que los sentidos se superpongan y se puedan percibir varios a la vez. Existen ejemplos de personas sinestésicas que pueden sentir un sabor amargo al tocar una superficie. El artista ruso era capaz de pintar a partir de las armonías, vibraciones y sonidos que percibía de los colores y las formas. Dicho resumidamente: en su caso dos sentidos actuaban al mismo tiempo, el sonido y la vista.
A Kandisnky se le sigue admirando. Y descifrando. Entre el 20 de noviembre de 2020 y el 23 de mayo de 2021, el museo Guggenheim de Bilbao acogió una completa exposición de pinturas y obras sobre papel que condensaban su trayectoria. El industrial Solomon R. Guggenheim había coleccionado la obra de Kandinsky en 1929 y, al año siguiente, llegó a conocer al artista en su etapa como docente en la escuela Bauhaus de Dessau. La obra de uno de los grandes renovadores de la pintura del siglo XX procedía de los fondos de la Fundación Guggenheim de Nueva York.
En la conferencia ‘Kandinsky: arte, ciencia y sinestesia’, dentro de las actividades paralelas de la muestra, se abordaban algunas cuestiones que ayudaban a comprender el complejo universo del genio ruso. “A diferencia de otros artistas abstractos, abogaba por la importancia de la emoción interior a través de las formas puras”, subrayó Marta Arzak, subdirectora de Educación e Interpretación en el Museo Guggenheim. “Para él”, continúa Arzak, “el diálogo entre la música y el arte era fundamental. Creía que la música era la forma más pura de la creatividad y eso era lo que buscaba”.
La comisaria de arte Angela Lampe destaca que ese vínculo le ha servido para crear un mundo único que ha influido a otros creadores. “Su experimentación sinestésica, sus composiciones escénicas como ‘Yellow Sound’, entre formas abstractas y partituras, evocan vibraciones, ciertos tipos de sonido y también una gramática particular, que fueron aprovechados por los pioneros del cine abstracto en los años veinte, como Viking Eggeling, Hans Ritcher y Walter Ruttmann”.
El año pasado, el Centro Pompidou de París y Google Arts & Culture se unieron en la puesta en marcha de una iniciativa llamada ‘Sounds Like Kandinsky’ (suena como un Kandinsky). El pintor ruso era capaz de percibir melodías y sonidos en los colores, pero es que sus reflexiones iban mucho más allá: “Los seis colores aparejados conforman las grandes antinomias que se organizan en un círculo, como una serpiente que se muerde la cola (símbolo del infinito y la eternidad) y abren las dos grandes posibilidades que, por las vibraciones que despiertan, se relacionan con determinados estados anímico”.
Además de poder ver sus obras más emblemáticas de manera virtual, la principal de la colaboración entre los dos gigantes culturales consistió en una simulación de los sonidos que supuestamente escuchaba Kandinsky. En www.artsandculture.google.com aún se puede acceder a las melodías y ritmos que pululaban por la cabeza del maestro. Los encargados de recrear el ‘sonido Kandinsky` han sido dos formaciones de música experimental, Antoine Bertin y NSDOS.
Basándose en los escritos en los que Kandinsky describía sus experiencias con la sinestesia, como si fuera un superpoder, han creado las notas musicales. Basta con pasar el ratón por las diferentes partes de la icónica obra ‘Yellow, red, blue’, que aglutina el cromático universo Kandinsky, y la música irá variando de una zona a otra. Asimismo, se muestra el estado de ánimo que intentaba describir su autor con los colores y las formas.
Kandinsky llegó al punto de relacionar instrumentos con colores. Sostenía que el rojo, alegre y juvenil, le recordaba al violín; el naranja era el sonido de la viola, una sensación grave y radiante a la vez; del amarillo decía que evocaba el delirio y su sonido sería el de una trompeta o un clarín; el verde, calmado y suave, también suena a los tonos profundos del violín; el azul, un color muy puro, es como una flauta; el morado o violeta le recordaba a la gaita; por último, el blanco y el negro, por cuestiones distintas, son colores silenciosos.
“Kandinsky estaba claro que era sinestésico y en mi opinión Van Gogh también lo era”
“Cuando observo
las obras de Kandinsky trato
de darles un
sentido musical”