En ‘El elogio de la sombra’, tal y como indica su sinopsis y sin ánimo de hacer ningún spoiler -el que puede considerarse el mayor enemigo en todo lo que rodea a la cultura, ya sea literaria o audiovisual-, de manera muy resumida trata de arquitectura y a medida que se lee permite al lector llegar a hacer una relación entre la propia arquitectura y la relaciones personales y las espirituales. Para ello, hace una relación entre la importancia que existe en Occidente con la luz como aliado de la belleza, mientras que en lo que se conoce como la estética tradicional japonesa esa belleza o hermosura se encuentra en saber captar el enigma de la sombra, ahí está la clave.

En este sentido, y sin perder relación alguna con la arquitectura -por tanto con los edificios que rodean las ciudades de Occidente con las de Japón, las que compara el autor- se encuentra que lo que se conoce como lo bello es una sustancia en sí mismo, más bien es un juego de claroscuros producido por la yuxtaposición de las diferentes sustancias que va formando el juego sutil de las modulaciones de la sombra.

De este modo, está el ejemplo claro de que algo llamativo, con mucha luz o mucho color si se introduce en la oscuridad pierde el atractivo, mientras que si lo mismo se expone a plena luz, se pierden los matices que lo elevan a único si se eliminan los efectos que producen las sombras. A lo largo del libro Tanizaki nos enseña la relación entre la sombra, lo tenue, el contraluz, en la cerámica japonesa, los tokonomas, la construcción de las viviendas, de las lámparas, de la tinta china y del vestuario del N?, entre otros aspectos, y cómo la semipenumbra enaltece la belleza de los diseños japoneses

En definitiva, un ejemplo material extrapolable a las personas y un libro ideal para cualquier estudiante de arquitectura, ya que se da una visión oriental muy significativa de su filosofía y forma de entender lo visible y lo incorpóreo.

En el libro del académico y escritor chino-francés de 92 años François Cheng descubrimos una invitación a renovar la mirada, a descubrir el pálpito estético que late en cada acción y la dimensión moral que se esconde en toda belleza que existe. ¿Alguna vez nos hemos planteado cómo sabemos que algo nos gusta o nos parece llamativo o bonito? ¿En base a qué aspectos lo sabemos?

En este sentido, el autor del libro nos lleva de la mano para descubrir, mediante dos textos, qué es eso de la belleza y si de verdad estamos necesitados de ella. Para ello, utiliza las grandes tradiciones de Occidente y Oriente para conseguir ofrecer una visión filosófica y ética de lo que es en sí la belleza. Sobre todo en la sociedad actual donde parece que el concepto ha quedado relegado a una manera de definir o encasillar a los seres o las cosas que nos rodean.

Así, a lo largo de los dos textos que componen la obra, François Cheng reflexiona en torno a la antigua convicción de que existe un lazo íntimo que une la belleza con la bondad. En ese viaje se abarca desde la representación de la santidad hasta la singularidad de la creación artística y la simbología de la pintura China. Sin olvidar las virtudes humanas que Confucio -un reconocido pensador chino cuya doctrina recibió el nombre de confucianismo, un pensamiento que gira alrededor de la educación, como fuente de virtud- atribuía a las grandes entidades vivas de la naturaleza.