na En lo alto de Lizarrusti, a 621 metros de altura, se encuentra el Centro de Interpretación Natural del Parque de Aralar, punto de partida de una ruta bañada en verde, salpicada de conjuntos megalíticos de menhires y dólmenes y un mundo mitológico al que se le sigue sacando punta, como es el caso de la película ‘Akelarre’ de Pablo Agüero. Ubicado entre Gipuzkoa y Navarra, Aralar fue declarado Parque Natural en 1994 y abarca más de 10.000 hectáreas correspondientes a los términos municipales de Abaltzisketa, Amezketa, Lazkao, Tolosa, Zaldibia, Ataun y la Mancomunidad de Enirio-Aralar. La belleza de sus paisajes, la variedad y singularidad de su flora y fauna, la tradición ganadera, los monumentos megalíticos y el uso recreativo de la sierra por parte de muchos montañeros fueron factores determinantes a la hora de determinar su declaración de Parque Natural. Cubierto por un manto de hayas, la mayor parte de ellas en la zona situada entre el puerto de Lizarrusti y Balankaleku, nos encontramos ante un diamante en bruto de nuestra naturaleza.
En el parketxe de Lizarrusti hay de todo: un albergue con una capacidad para 34 personas, un bar, un restaurante y hasta una tirolina para disfrutar en familia. Este lugar fue la antigua casa de los Miqueletes, un cuerpo armado del siglo XVII cuya misión aduanera consistía en cobrar los tributos por las mercancías que se transportaban y pasaban por aquí. En el centro de interpretación explican los recorridos que se pueden hacer, la historia sobre personajes legendarios y todo lo necesario para disfrutar de un entorno privilegiado. El visitante descubrirá la historia y particularidades de este territorio junto con las rutas de senderismo más importantes. La que conduce al embalse de Lareo, de unos 7 kilómetros de distancia, es muy popular entre montañeros y familias con niños. En su primera parte se encuentra la escarpada garganta de Lizarrusti y, tras atravesar un túnel, el riachuelo acompañará a los paseantes por la espesura de un bosque de tonos verdosos bajo la atenta mirada del monte Sarastarri. El embalse de Lareo, rodeado por un escuadrón de hayas y pinos, es una delicia. Ahí se encuentra el dolmen del mismo nombre que los senderistas saludan a su paso.
Existe un trazado ciclista por el que se pueden contemplar los exuberantes y accidentados paisajes entre Gipuzkoa y Navarra. La Vía Verde de Plazaola se construyó a partir de la primera vía férrea que unió Pamplona con Donostia entre 1914 y 1953. El recorrido está compuesto por un total de 66,5 kilómetros entre bosques y prados, de los que 40 discurren ininterrumpidos entre Andoain y Lekunberri. Los ciclistas más expertos pueden intentar subir a los puntos más elevados de la Sierra de Aralar, tarea exigente que pondrá a prueba su fortaleza y estado de forma.
Aralar no se podría entender si el vasto universo mitológico que desempolvó José Miguel Barandiaran, el patriarca de la cultura vasca. El sacerdote vivió 102 años y está considerado el fundador de nuestra etnografía. ¿Quién es el Olentzero? ¿Y el eguzkilore? ¿Por qué los murciélagos viven de noche? A todas esas preguntas respondió y dio forma el sacerdote ‘Aita’ Barandiaran, a través de la publicación de 575 obras que revolucionaron la visión sobre nuestra prehistoria y aportando luz a la mitología vasca. Hoy, el museo Barandiaran de Ataun, poco conocido por los turistas, recoge su legado. Julio Caro Baroja, antropólogo y sobrino de Pío Baroja, dijo: “Nadie que toque el tema vasco podrá prescindir del trabajo de don José Miguel”. Las creencias, leyendas, viejas costumbres e historias populares que rescató son muy conocidas. El alto y fuerte Basajaun, por ejemplo, que protege al ganado frente a los lobos, cuida del rebaño y avisa al pastor cuando se acerca la tormenta. La diosa Mari, la reina, que tiene cuerpo y rostro de mujer y viste de rojo. Sugaar es su pareja y puede reencarnarse en árbol o un águila. Mari vive unas temporadas en Aralar, otras en Aizkorri y otras en Murumendi. Las Lamias, que también aparecen en la mitología clásica romana y griega, son bellas criaturas con aspecto de mujer que suelen estar en los ríos.
No pueden faltar las brujas y sus famosos akelarres nocturnos. Motivados por las creencias populares, falsos mitos y disputas, políticas se celebraron numerosos juicios contra las brujas vascas en los siglos XV y XVI. Tartalo es otro de los típicos personajes mitológicos. Suele representarse con un solo ojo, vive en cuevas y devora a jóvenes presas. Es un ser malvado. En las montañas, cuevas y bosques de Aralar se encuentran otros personajes mitológicos. Uno de los cuentos más destacados es el de Teodosio de Goñi, el caballero que para matar al dragón requirió la ayuda del arcángel San Miguel. El santuario de San Miguel de Aralar es una joya absoluta de la arquitectura románica. Y alberga un indiscutible tesoro: el frontal de esmaltes, obra maestra de la orfebrería europea del siglo XII. Según la tradición popular, dentro de este centro espiritual, de entrada libre y gratuita, se conservan las cadenas que llevaba Teodosio de Goñi como penitencia por haber asesinado a sus suegros tras haber sido engañado por el diablo. Sea cierta o no esta historia, desde lo alto del santuario las vistas de la sierra son impresionantes.
Aún queda mucho por descubrir. Es habitual que en la zona sobrevuelen buitres o águilas, incluso al quebrantahuesos. En los serpenteantes cursos de agua que descienden de la sierra es posible encontrar ejemplares de visón europeo. A la presencia de cimas tan conocidas como Txindoki se le suman los rebaños que pastan en las campas de Aralar, a 1.000 metros de altitud, y se alimentan únicamente con la hierba de la zona. Aquí el queso de montaña es un producto muy preciado. Y triunfa. En 2015 Joseba Insausti obtuvo el Premio al Mejor Queso del Estado, galardón que concede el Ministerio de Cultura. El rebaño de este pastor ordiziarra de 43 años pasa seis meses, los más cálidos del año, en las campas de Aralar. Con su queso Otatza, bajo la denominación de origen Idiazabal, conquistó Madrid. En el interior del parque se pueden encontrar grandes sorpresas: el hayedo de Akaitz, famoso por su gran cantidad de tejos; el lapiaz de Pardarri, a 1393 metros de altura; las laderas y barrancos de la cara norte de Txindoki, con especies de flora y fauna muy singulares; la garganta del domo de Ataun; el valle de Arritzaga y el circo glacial de Pardelutz; bosques frondosos...
“No estudié lo que quería estudiar,
que se impartía
en Ordizia, por no salir de Leitza ni dejar mi casa”
“He abierto Txokosfera, mi negocio, en el bajo de la casa donde nací. No me he planteado otra ubicación”
“Ahora vivo en Lekunberri, pero voy mucho a Leitza a ver a mi familia y amigos”
“Tengo una foto de Leitza enmarcada en el salón de casa, porque siempre llevo mi pueblo conmigo”