Debes aprender, dice la canción, que antes de juzgar, tienes que llegar, hasta el corazón. Son sólo cinco estrofas que con solemne emoción entona la inolvidable señora Potts, y que cambiaron a toda una generación. También, por supuesto, a Iñigo Etayo. “Cuando abandoné la sala de Gran Vía, tras ver La bella y la bestia, tuve la certeza, y la convicción real, de que quería dedicarme al teatro musical”, rememora este pamplonés de 32 años recién cumplidos (es de septiembre de 1991). Corrían los primeros compases del nuevo milenio, y un Iñigo aún adolescente, pero “con las cosas claras”, ya enfocó su formación (y toda su vida) hacia este artístico objetivo. “Desde bien pequeño tuve una gran educación musical: con piano, coro, batería, lenguaje musical, composición... E incluso aposté, ya en la universidad, por instruirme en lo lírico”. Fueron años en los que la preparación fue el único pilar que conoció Iñigo. Mientras sus compañeros de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra, donde se licenció Audiovisuales, aprovechaban el fin de semana para mover el ponchis-ponchis, Etayo se trasladaba a Madrid para complementar sus estudios con asignaturas como “canto o teatro”. “A veces echo la vista atrás y no sé, de verdad, cómo pude sacar todo adelante”, comenta entre risas.

“Durante dos años casi no conocí la calle, las cenas con amigos, las comidas familiares...”

Una adrenalina enfocada a lograr un gran sueño que no se detuvo cuando en agosto de 2013 se instaló definitivamente en Madrid. ¡Todo lo contrario! Las ganas de hacerse un hueco le llevaron por “mil y una” producciones: cortos, películas, pequeños papeles... hasta que llegó su gran oportunidad: interpretar en 2017 al novio de Miércoles en La familia Addams. Una preciosa producción con la que, además de pisar las tablas madrileñas, recorrió buena parte de las principales ciudades del Estado. Incluso su querida Pamplona, lugar en el que, por cierto, puso punto y final para tomarse unas vacaciones. A su regreso le esperaba el que hasta ahora ha sido el gran papel de su vida: Dimitri, dentro del musical Anastasia. Una superproducción, traída a Madrid directamente desde Broadway, que para Etayo supuso un compromiso y una exigencia profesional “al más elevado nivel”: “Durante dos años casi no conocí la calle, las cenas con amigos, las comidas familiares... Pero es un personaje al que amo, y al que interpreté durante más de 600 funciones”. Hasta que la Covid-19 arribó en marzo de 2020 para paralizar la actividad cultural y la vida.

Casi año y medio tuvo que pasar para que Iñigo regresara a los escenarios, esta vez con Golfus de Roma, basada en las comedias de Plauto y protagonizada por Carlos Latre. “Estrenamos en el Festival de Mérida, en agosto de 2021, y fue un soplo de aire fresco. Tal y como nos decía Latre en cada función, aunque el teatro estuviese a la mitad de su capacidad y con mascarillas, nuestra misión era reactivar la vida. Sacar una sonrisa a ese público que lo necesitaba”, recuerda con emoción. La misma que se dibuja ahora en su rostro al analizar su actualidad. Porque Etayo ya está metido en la piel de Emmett Forrest, uno de los protagonistas del último musical que acaba de aterrizar en Madrid: Una rubia muy legal. En él comparte cartel con Lucía Ambrosini o Ricky Merino sobre el conocido escenario del Teatro de La Latina. El que durante casi dos décadas perteneció a Lina Morgan y en el que ahora se desarrolla esta comedia musical “muy bien hecha”. “Es una gran historia, con grandes voces y una gran partitura”, concluye Iñigo Etayo. Con esas mismas ganas de trabajar y ese optimismo intacto que iluminaron su rostro hace casi dos décadas, cuando comenzó a luchar por alcanzar un sueño que ya acaricia.

Perfil digital

Su Instagram... ¡su mejor ‘book’! Lejos de imágenes personales o familiares, lo cierto es que el perfil en redes de Iñigo Etayo es un fiel reflejo de su labor profesional. Como un catálogo, o el mejor book, que aglutina la cantidad de proyectos que ha gestado un artista como él a sus 32 años. Suma una fiel comunidad de más de 14.000 followers.