Alguna vez ha bromeado con que su apellido corona uno de los teatros más famosos de Bilbao. Y es que el arte es algo que lleva muy dentro este director, guionista y escritor mexicano que hace unos meses recaló en la villa para presentar su nuevo libro, El Hombre. Tras haber compartido proyectos cinematográficos con Brad Pitt y Cate Blanchett (Babel), o incluso con Sean Penn, Benicio del Toro y Naomi Watts (21 gramos), las librerías acogen ahora este retrato poliédrico, narrado a seis voces y con seis lenguajes totalmente distintos, de la historia de un mismo hombre. Porque un hombre tiene tantos rostros como versiones hay de un mismo cuento.
A lo largo de esta historia viajamos al siglo XIX. ¿Cómo ha sido el proceso para conocer la situación que atravesaban los esclavos, la pérdida de tierras de México...?
-No soy alguien que se documenta para una novela en particular, sino que la vida y lo que leo y estudio van entrando en el inconsciente para después contar la novela. No quiere decir que no haya investigado. Sí que investigué, son temas muy delicados que necesitan investigación, pero al fin y al cabo es una novela de ficción, una ucronía basada en hechos hipotéticos, no en hechos históricos ni verídicos.
Cada vez estamos más acostumbrados a escuchar esa palabra, ucronía. Venimos de utopías, distopías... Ahora ucronías. ¿A qué cree que se debe que estemos ahora tan volcados en ellas?
-Yo creo una cosa, que estamos dominados por ciertas narrativas. No estamos dominados por la historia, sino por la narrativa de la historia, que es muy distinto. Y creo que, como novelistas, tenemos que cuestionar todo, la historia y las posibilidades de la historia. Faulkner tiene una cita que dice que el pasado ni siquiera es pasado. Siempre es presente. El pasado sigue regresando de muchas formas, y una de las formas válidas es la ficción, la invención, la imaginación..., reconstruir la historia a partir de la historia misma pero con ligeras variaciones.
Hablando del poder de la narrativa, algo importante es el lenguaje. En su novela conocemos a esclavos que han sido privados del derecho a comunicarse entre ellos. ¿Existe un arma más poderosa que el lenguaje, que la narrativa?
-La narrativa es quizá el elemento más importante que puede haber. Lo está demostrando la política, la economía..., incluso ya hay gente que se está especializando en enseñar a narrar. Yo creo que el lenguaje es fundamental para cuestionar las narrativas y para dar identidades. El lenguaje da identidad, da conocimiento, da libertad. Ahorita estaba leyendo en un artículo del New York Times que si dejamos de leer y si dejamos de escribir vamos a perder la capacidad de libertad, porque ya no vamos a poder expresarnos. Mientras más vocablos tengas para expresar la realidad, mejor articulas la posibilidad de un cambio, el diagnóstico de una circunstancia. Mientras más básico el lenguaje, más manipulable eres y menos puedes forjarte metas porque no hay lenguaje que las construya.
¿Diría que este es un libro de pérdidas? Hay quienes pierden la vida, las tierras, la libertad, a la persona que aman, la identidad...
-Fíjate, no había reflexionado en eso. Mi cuñada me había preguntado que cómo era mi relación con el libro y le dije: “Una relación es cuando la escribo y otra es cuando la leen”, porque me hacen ver cosas como esta. Yo lo veía como un libro de hombres sin padre, hombres a la deriva, y eso lo descubrí ya cuando terminé el libro. Si algo hace interesante a Henry Lloyd es que en este mundo sin padres él es un padre muy presente, un padre que protege a sus hijos aun cuando estos ya son adultos. Entonces, es un libro donde los personajes sin padre se unen a una causa común, que es crear un imperio.
"En este mundo sin padres él es un padre muy presente"
Henry Lloyd, un hombre que pasa a la historia como un hombre tan odiado como amado. Esto nos hace volver al hecho de que quien controla la narrativa controla la realidad de la historia. ¿Cuántas versiones de una misma persona pueden llegar a coexistir en un mismo ser?
-Mira, para empezar eres hijo de... Ya con eso eres una persona distinta. También hermano de... Las versiones pueden variar dependiendo de las personas que te rodean. Tú nunca sabes cómo te ves de espaldas, cómo caminas. Ni siquiera el actor que se ve en pantalla sabe cómo se ve de espaldas. No sabes cuáles son tus gestos, cómo se oye tu voz. La verdad va cambiando y tú solamente puedes ser tú en función del otro. Y sobre ese principio yo creo que guié la escritura de esta novela. Para entender quién era Henry Lloyd necesitaba de seis visiones y esas seis visiones empiezan a crear un juego poliédrico que al final ni siquiera su biógrafo puede determinar quién es.
Ha tardado varias décadas en dar forma a este libro. ¿Cuando empezó a escribirlo se imaginaba que el camino nos llevaría hasta donde estamos ahora? El auge de la Ultraderecha, la victoria de Trump...
-Yo creo que sí, porque las contradicciones de la sociedad americana estaban ahí, esperando el momento para brotar. Hace unos años escribí un piloto de una serie que iba a desarrollar para Estados Unidos en 2012 y ya hablaba yo de esto. Ya se veía venir. Cualquier observador que tenga más o menos sensibilidad podría darse cuenta de que se estaba desgastando el sistema neoliberal y que iba a quebrarse por algún lugar. Era inevitable que las contradicciones afloraran.
La violencia y el lado más oscuro de las personas es algo que suele analizar recurrentemente en sus historias. La situación que atraviesa México la hemos visto con preocupación en los medios. ¿Cree que tenemos que tener la visión de que violencia puede haberla en todas partes?
-Sí, claro. Basta una circunstancia histórica que resquebraje el sistema para que salga la violencia. ¿Cómo es posible que empleados de Correos, padres de familia se convirtieran en torturadores de judíos en la Alemania nazi? ¿Cómo es posible que vecinos que jugaban al dominó y platicaban aquí en España terminaran uno queriendo matar al otro? Es curioso, pero la violencia está a flor de piel. Por eso la civilización tiene que ser cuidadosa de qué fuerzas destapa. Luego la gente no se da cuenta de que destapar el odio genera odio. Hay ahorita la famosa política de cancelación, que no es más que una política de odio. Es una política moralista de que aquel que no me gusta cómo se comporta lo voy a cancelar. Y lo que ha sucedido es que las personas que más han cancelado por algún lugar han terminado cancelándolas.
"¿Cómo es posible que empleados de Correos, padres de familia se convirtieran en torturadores de judíos en la Alemania nazi?"
¿Su yo de niño, que iba a ver Último tango en París o La naranja mecánica al cine, imaginaba el porvenir que le esperaba, el éxito en cine y literatura?
-Te voy a decir una cosa. Sí y no. A mí no me gusta que digan: “Persigue tu sueño”. Me parece una cosa cursi. Es mejor: “Delimita tus metas y cumple una por una”. Yo sí me planteé metas desde chico. Traía pensado cómo iba a ser. No le ha ido tan bien como yo creía, pero bueno.
Tras su visita a Bilbao, ¿tiene pensado volver a Euskadi?
-Es la séptima vez que vengo, y espero seguir haciéndolo. Al fin y al cabo, soy Arriaga (risas).
¿Qué le depara el futuro?
-Voy a seguir trabajando en esto. Espero que el futuro me depare más nietos, que acabo de tener una, y películas y libros, seguir creando. La vida de jubilado no se me antoja nada. Ahora que terminé el libro y en lo que venía la promoción pasé mes y medio sin trabajo y es para volverse loco. César Millán, el entrenador de perros, dice que el perro callejero es más feliz que el perro de casa, porque el perro callejero tiene un propósito de vida. El de casa no tiene ni idea de qué está haciendo.