Una historia ridícula presenta a Marcial, un hombre solemne que tiene el don de la palabra y muchas heridas en el alma. Un día se cruza con una mujer y nota las flechas del amor, pero tal y como dice el autor del libro, su protagonista está resentido con el mundo, odia a la humanidad y busca en ese amor ajustar cuentas con todo lo que se le ha negado. Su enamorada pertenece a una clase social alta, a él no le admiten en ella y no lo entiende. A través del humor, Landero narra los avatares de un amor no correspondido que al final provoca que surja otro sentimiento, el odio.

¿De dónde ha sacado a Marcial?

Vaya usted a saber, supongo que de esa trastienda que todos tenemos dentro. Es como si me preguntaras por qué escribo.

Bueno, pues dígamelo. ¿Por qué escribe?

Ja, ja, ja€ Me he metido solo en esta trampa. Supongo que escribo porque tengo por ahí cosas ocultas. Siento que hay un mundo que bulle y de pronto salen este tipo de personajes. Marcial sale porque hace muchísimos años escribí unas líneas sobre un personaje que estaba ofendido porque no le admitían en casa de su amada, en tanto que a otros pretendientes sí, pero a él no. Se me quedó la música de esa voz ofendida y estuvo conmigo durante muchos años, hasta que decidí darle un poco de cancha y hacerle hablar, a ver qué es lo que tenía que decir.

¿Se ha sentido satisfecho con el relato de Marcial?

Quizá es el lector el que deba contestar a esa pregunta. Salió de una semilla de veinte líneas que planté hace 40 años, y esto es lo bueno de escribir: poner a alguien a hablar.

¿Cree que nos podemos encontrar por la calle con alguien semejante a su personaje?

Pienso que sí. Marcial es un hombre que conoce las miserias humanas, como las conocemos todos, pero él lo dice, no se lo calla. Los demás sí que callamos las miserias que tenemos en nuestras vidas. Solo enseñamos lo mejor que tenemos de nosotros mismos, lo que es bueno.

Es que lo de ir pariendo lástimas es un poco patético, ¿no?

Lo dicho: no vamos dando cuenta de nuestras flaquezas. Él es un hombre que no ha tenido acceso a la alta cultura, pero se ha creado una alternativa. Lo ha hecho con un poco de internet, alguna enciclopedia, algún documental enjundioso que ha visto en la televisión...

Así que suponemos que ve La 2 o National Geographic.

Ja, ja, ja€ Ha ido cogiendo de aquí y de allá, se ha empapado de algunos artículos de periódicos€ Es esa especie de cultura de baratillo, pero cultura al fin al cabo, que él tiene en mucha estima.

En la novela da la impresión de ser un hombre muy solemne.

Sí, pero es solemne porque es un hombre débil.

¿La solemnidad oculta la debilidad humana?

Estoy convencido. Es un hombre que ha sufrido en la infancia porque se han burlado de él y ha salido con la dignidad herida. De algún modo tiene que saldar cuentas pendientes. Esos traumas lo acompañarán toda la vida y esa solemnidad es una máscara como cualquier otra. Hay otros que se ponen la máscara de personas llanas y simpáticas, esas que van por el campo dando palmadas a los campesinos o hablando con ellos como si fuera uno más.

¿Es también un libro de amor?

Sí. Es un libro de amor... y de odio. Amor y odio son dos palabras importantes, pero estas palabras tan importantes en realidad no nos dicen nada y nos suelen hacer desdichados.

Creíamos que el amor nos hacía felices.

Habría que matizar mucho. El amor significa admiración, deslumbramiento. Marcial es un desclasado y la clase alta es algo deslumbrante, donde están el buen gusto, la elegancia, el refinamiento, el buen vestir...

Entonces, ¿de qué se enamora este hombre, de la clase alta o de una mujer?

Ja, ja, ja€ Por un lado se enamora de Pepita, que es como se llama su amada, pero a la vez se enamora del mundo que Pepita representa, de una clase social selecta y exquisita. El mismo mundo que deslumbró al gran Gatsby cuando conoció a Daisy. Ese deslumbramiento aparece mucho en la literatura.

¿Está el amor sobrevalorado?

No lo creo. Lo que ocurre es que cuando se habla de amor siempre se habla del amor de pareja.

Pero es el amor de pareja el que llena páginas y páginas de libros y muchas horas de ficción, amén de la música.

Pero ese punto es un poco pesadito. Hay otro tipo de amores que son excelentes: el amor de la amistad, el amor a la naturaleza, a la filosofía, el amor a la buena comida€ Hay tantos tipos de amores...

Pero no dan tanto juego.

Es verdad. Parece que todos los cantantes se han puesto de acuerdo para que el único amor que haya sea el de pareja. Está sobrevalorado en ese punto, sí, claro, pero en otros aspectos no. Por eso existe el romanticismo. Pero eso se les podría preguntar a los animales cuando exhiben sus plumajes. Pregúntale a un gallo si el amor está sobrevalorado; ya ves cómo se ponen de flamencos cuando tienen que cortejar a la gallina.

Lo del gallo no me lo había planteado.

Ja, ja, ja€ Está sobrevalorado porque el mandato de la naturaleza es que tenemos que procrear y tenemos que perpetuar nuestra especie. El fin del amor es procrear.

Aunque para procrear no se necesita amor, en todo caso, algo de pasión.

En general sí, una cosa es follar y otra procrear. Para esto último hay que casarse, hay que contraer nupcias, y eso tiene su protocolo, su cortejo. La naturaleza es sabia y la que ha creado toda esa aura alrededor del amor.

Menuda celestina, la naturaleza.

Es que el amor lleva mucha parafernalia. No hay más que escuchar un tango, un bolero, una canción pop, para saber que la realidad no es así. Los sonetos tampoco son realidad. Igual a veces. En mi adolescencia sí que conocí ese tipo de amor, y me encantaba. Era un amor que te envenenaba, te arrebataba el alma. Pero ¿qué hacemos hablando de procrear, de amor€? Me estoy metiendo en aguas turbias. Estoy teorizando sobre el amor y yo no soy quién para esto.

Entonces hablemos del odio, el reverso del amor.

Es que no hay amor sin odio y a veces se pasa de un estado a otro sin demasiada transición. Lo vemos demasiadas veces en la vida misma. Este personaje, Marcial, me encantaría que fuera él el que te contestara. Desconfía de los demás, piensa que los otros se van a burlar de él y no siente simpatía hacia nadie.

¿Quizá siente odio?

Sí, pero odio es otra de esas palabras importanciosas que habría que matizar mucho antes de usarla. Marcial está enemistado con el género humano, con el prójimo.

¿Y con él mismo?

También. Se dice que se aprende a amar y que cuando uno lo hace es de niño. Uno aprende a amar cuando le aman, pero si no te aman de niño es probable que tú no aprendas a amar y que no ames nunca. Esto no lo digo yo, lo dicen los psicólogos y la gente que sabe de esto.

¿Tiene usted algo de Marcial o Marcial tiene algo de usted?

¡Joder! En principio no. Alguna cosa le he prestado, o más bien, alguna idea de Marcial comparto yo también€

¿Sobre el amor?

No, no es sobre el amor ni tampoco sobre el odio. Comparto que la vida tiene que ser divertida, que hay que reunirse para echar unas risas, que la comida debe ser divertida, que todo tiene que ser una fiesta. Quizá también comparta el concepto barato de felicidad que se vende hoy en día. Marcial es un personaje autónomo, pero creo que en la mayoría de las cosas no tiene mucho que ver conmigo. Está alejado de lo que creo que soy yo, pero también me he sentido próximo porque es un tipo que me cae bien. Es una persona ingenua, débil.

Diferente a los protagonistas de las anteriores novelas.

No sé qué decir. Se podría acercar a Lluvia fina, aunque en ella no hay humor porque no se prestaba a ello. Sí diré que me lo he pasado muy bien escribiendo Una historia ridícula, porque tiene humor, y a veces me he reído a carcajadas.

Tiene firmada ya una importante colección de libros.

Es que llevo toda la puta vida escribiendo. Ja, ja, ja€ Y es más lo que he escrito y no he publicado que lo que conocen mis lectores. Tengo docenas de cuadernos por ahí.

¿Y por qué no los publica?

Porque no merece la pena hacerlo. Son más bien ejercicios literarios, tonterías literarias para aprender a escribir por el gusto de escribir, por el gusto de entenderme a mí mismo. ¿Muchos libros? Depende de con quién se me compare.

Hay quien escribe uno al año, y no es su caso.

Y hay quien escribe uno o dos en toda la vida, como Juan Rulfo. Cada cual tiene su ritmo, y en eso somos como los ríos. El Danubio va a su ritmo y el Ganges al suyo. La clave de estar a gusto en la vida, y evito la palabra felicidad, es encontrar tu ritmo.

¿Usted lo ha encontrado?

No lo sé, a veces es difícil saber a qué ritmo debes fluir.

Balcón en invierno yBalcón en invierno El huerto de Emerson

Están muy cerca de mí. Digamos que son autorreferenciales; no me gusta la palabra autobiográfica. Ese término parece que te lleva a hacer una confesión. La referencia soy yo, pero sin confesiones. Hay cierto margen de imaginación en las dos, pero sin engaños ni falsedades. Es lo que creo.

¿Resulta difícil escribir historias cercanas a uno mismo?

No, no, incluso es posible que resulten más fáciles cuando las historias están más próximas a ti. Tienes que inventar menos. La invención es complicada, y la imaginación, un bien escaso. Es lo que decía Baroja. Cuando hablas de tu vida, aunque la imaginación también cuenta, quizá tengas recorrido una buena parte del camino. De todas formas, es fácil escribir cuando conectas con el tema.

¿Qué queda de aquel joven de Alburquerque (Badajoz) que se crió en el barrio de La Prosperidad (Madrid)?

Soy el mismo. En eso no me veo muy cambiado. Me siguen gustando los boquerones en vinagre, la cerveza, me gusta mi silencio y mi soledad. Sigo siendo el hijo de Cipriano y de Antonia. Sigo siendo igual a aquel chico de barrio que un día fui.

PERSONAL

Edad: 73 años (25 de marzo de 1948).

Lugar de nacimiento: Alburquerque (Badajoz).

Formación: Estudió Filología Hispánica en la Universidad Complutense de Madrid y ejerció en la misma como profesor ayudante de Filología Francesa. Fue profesor de Lengua y Literatura españolas en el instituto Calderón de la Barca de Madrid, en la Escuela de Arte Dramático de la misma ciudad y en la Universidad de Yale.

Trayectoria: Emigró a Madrid con su familia cuando tenía nueve años y el barrio de La Prosperidad se convirtió en uno de sus escenarios vitales durante su adolescencia. Juegos de la edad tardía fue su primera novela. Con ella entró por la puerta grande en la escritura, ya que obtuvo el premio de la Crítica y el Nacional de Literatura. A esta obra le siguieron Caballeros de fortuna, El mágico aprendiz, El guitarrista, Hoy Júpiter, Retrato de un hombre inmaduro, Absolución, El balcón de invierno, La vida negociable, Lluvia fina y El huerto de Emerson, entre otros títulos. Ahora ha lanzado Una historia ridícula.