Al igual que en los mejores platos, los ingredientes de Muerte en tres texturas están perfectamente medidos y aliñados. Además, Schleu añade un toque personal de chef experto a un género, el de la novela negra, tan difícil de revolucionar.

La trama nos sitúa a Philippe en su mejor momento profesional en The White Spoon, el restaurante que regenta en Londres, donde podría conseguir pronto una segunda estrella Michelin. Su mano derecha es Tsu, ágil con los cuchillos y experto en cocina vanguardista. Ambos se verán envueltos en una investigación criminal cuando la Scotland Yard les pida ayuda para dar caza a un asesino en serie. Con este gastro-thriller, Cristian Schleu hace su debut literario que, además, es la primera novela que lanza Planeta a través de su nuevo sello NdeNovela. 

Solo pensar en un abdomen abierto y sin vísceras se me eriza el vello. ¿Qué tienen los thrillers tan macabros para atraer tanto a los lectores?

El morbo y la sangre tienen su parte atractiva porque siempre han enganchado a mucha gente. Sobre todo porque el hecho de que se cruce un asesino en serie en tu camino lo vemos como algo lejano, al igual que puede suceder con una enfermedad o un accidente; piensas que a ti no te ocurrirá nunca. En cuanto a lo de erizar el vello, a los hechos me remito, porque me han pasado tesis de documentación de asesinos en serie y he estado hablando con una criminóloga, y se me erizaba el pelo solo con los datos que he podido ver. 

¿Qué tiene la alta cocina y lo macabro para llegar tan a las vísceras?

Tiene esa parte hedonista, de gula, de gozo, de disfrute. Creo que siempre ha atraído mucho porque la cocina es muy adictiva y más con la apertura de las redes sociales. Todo nos entra por los ojos, por la vista, que es el primer impacto que recibimos, y eso es lo primero que nos hace salivar.

Un bolo alimenticio bien presentado y emplatado en un abdomen sin vísceras. ¿Puede existir en la realidad un asesino de este tipo? ¿La realidad supera la imaginación?

Como es ficción y es una idea surgida de mi interior, no lo sé. Pero sí que es verdad que la realidad supera muchas veces la ficción y lo vemos casi cada día. A veces nos llevamos las manos a la cabeza con cosas que vemos y escuchamos y que corretean por las redes que son tremendas. Si analizamos el contenido de las redes profundas (Deep Web), lo que te puedes llegar a encontrar, por lo que he leído, aunque no visto, son contenidos realmente macabros, y son reales; sí, porque no es ficción. El caso de Daniel Sancho, si no hubiera pruebas de que ha sido real, costaría creerlo, pero ahí está. De las redes profundas hago mención en la novela; alerto sobre la cantidad de contenidos brutales e inmorales que corretean por los inframundos de Internet.

Cuando escribe un relato como este, ¿dónde se documenta, en archivos policiales, en charlas con delincuentes o en su imaginación?

Ha sido un híbrido de muchas cosas, de observación, de documentación, de charlas con una criminóloga y de estudiar tesis sobre asesinos en serie tanto a nivel nacional como asesinos a nivel internacional. Eso en el aspecto criminológico y de investigación; a nivel gastronómico, más en formación, experiencia y parte de documentación.

Usted llama para la investigación a dos cocineros de alto nivel. ¿Qué aporta a su investigación la sabiduría gastronómica?

Mucho, ya que nuestro asesino no deja ningún tipo de huella, ningún rastro a nivel dactilar, no deja nada. Lo único que le queda a la policía son los datos, la comida emplatada dentro de las víctimas en la pared abdominal, los rastros que dejan ahí los alimentos, los bolos alimenticios perfectamente emplatados. Es la única pista, por llamarlo de alguna manera; el único ingrediente que tienen de la escena del crimen es esa puesta en escena. Perdidos como van, no les queda otra que buscar ayuda en gente experimentada con el oficio y van a recurrir a dos chefs, Philippe Bouvier y Tsu, dos cocineros con renombre en el mundo top gastronómico londinense.

Presiento que en el juego de maldades de su thriller subyace la ambición por la estrella Michelin. ¿Es así?

Habla un poco desde las dos perspectivas. Desde la ambición, de una cierta obsesión y de una rivalidad, pero como digo, desde dos ángulos diferentes. Uno lo aborda desde la competitividad y esa rivalidad insana, de casi estar más pendiente de los demás que de lo que haces tú, llegando a niveles un tanto obsesivos. Y la otra habla más de la vertiente de la competencia, que sería un poco más la rivalidad abordada desde un prisma más sano. Habla más de un ejercicio de introspección, de autoanálisis y de verte un poco a ti como tu propio rival a batir, intentando ser cada día una mejor versión de la que fuiste el día anterior.

En Muerte en tres texturas describe muy bien el ritmo frenético de una cocina profesional. ¿Diría que es un buen símil o que va parejo con la velocidad y el ritmo frenético de la tensión asesina?

Más que de la tensión asesina, de la tensión del thriller, de la novela que está bien que te deje con ganas de más, que te preguntes qué está pasando, quién es el asesino, por qué hace lo que hace. Pero, sobre todo, por los interrogantes que se abren encima de cada personaje, que hacen que la caracterización de los personajes y del trabajo que le he dado a cada uno de ellos provoque que el lector sienta cierto cariño, incluso que llegue a preocuparse por lo que les pueda suceder.

Monjas y policías, una escritora y policía…. Y ahora un chef y policía para una trama criminal. ¿Cuál será su próxima asociación de la policía, con quién irá para resolver un crimen?

No lo sé, pero la verdad es que en el contexto que lo plasmé, primero surgió el modus operandi, la trama, para luego crear la tipología del personaje. El modo de actuar me ofreció en bandeja a los candidatos, debían ser chefs. Pero sí, es verdad que la policía ha colaborado con muchísimos tipos de profesionales, pero en esta novela yo creo que es la parte diferencial. El peso que tienen los dos chefs es mayor. Todo el caso está visto desde el punto de vista del protagonista principal, que es Philippe. No nos centramos en verlo desde los ojos del comisario, del teniente, sino del cocinero, una persona ajena al mundo policial, al que llega sin beberlo ni comerlo, capeando el temporal criminal de la mejor forma que puede.

Por aquello de las vísceras al aire y el abdomen, ¿a qué estómagos delicados no va dirigido? O más bien, ¿es una lectura para todos los públicos?

He intentado ponderar y equilibrar mucho el aspecto visceral y morboso, pero no me he querido recrear en ello. Obviamente sí que lo hay, pero no me he explayado en este aspecto. Además, lo he complementado con otros, tratando de evitar que el lector pudiera pensar, así a priori, que todo es una brutalidad y una barbaridad. Hay una sensibilidad en los emplatados que hace que toda esa parte visceral sea rebajada. Pero correteando al margen de lo gastronómico, hay una parte de factor humano importante: no perdamos de vista que el protagonista, además de ser chef, es padre de familia. Se habla mucho sobre los valores de la familia, sobre los problemas cotidianos a los que podemos hacer frente cada día. En este sentido, el lector se puede sentir identificado con la acción prescindiendo de la parte visceral, aunque sea un poco lo que encadena la trama.