Levantarse a las cuatro de la mañana es una seña de identidad que define la labor de Félix Jordán, que junto a su hijo Joseba lleva las riendas del restaurante Lanperna, en la popularmente llamada calle Génova de Donostia, muy cerca de la playa de La Concha.
Restaurante Lanperna
Dirección: C/ San Marcial 50, Donostia
Teléfono: 943 427577
Interiorismo: 7,7
Calificación: 8,5
Web: https://lanperna.eus
La amplia experiencia al frente de distintas pescaderías por el territorio guipuzcoano y la boutique marisquería Sagastume, sito en la avenida del Boulevard y que parece una ofrenda a los dioses del olimpo con su escaparate, son el sello de identidad de la casa.
La historia viene de lejos y es que la amona del patrón ya se dedicaba a la venta de pescado en los años previos a la Guerra Civil en el pueblo guipuzcoano de Rentería. Tras bajar de un caserío del barrio de Iturrioz, de la cercana Oiartzun, Gabriela Iñale, vendía a los habitantes del pueblo la pesca que adquiría en la vecina Pasajes.
A la vuelta del 39, en plena postguerra, llegada del exilio vasco, la supervivencia hizo que se pusiera a vender pescado por las calles donostiarras y pronto cogió fama por sus dotes comerciales, que hicieron oficio en el reparto de sardinas y productos del mar de esa época. Luego llegarían otros momentos dorados al puerto de Pasajes, con doscientos barcos, y al barrio de Trintxerpe que incluso cogió el nombre de La ciudad del dólar, –casi nada–.
La entrada del Lanperna recibe a sus visitantes con una vitrina donde disponen siempre de género brillante como carabineros XL, percebes, quisquilla, ostras... con procedencias de las capitales de cada especie. Así llegan del sur la cigala de Isla Cristina, gamba blanca de Huelva, de Galicia los percebes, el pulpo o la almeja fina, el centollo de la ría cuando se puede, o camarones vivos... Todo es fruto de la red de proveedores de confianza que dispone Jordán.
Esta joyería del mar, que lleva abierta menos de medio año, se sitúa en lo que era el bar Alustiza –donde acudían muchos feligreses a degustar la famosa Gavilla–. Ahora ha cambiado de aires y se ha convertido en un destino obligado para aquellos que buscan deleites marinos cocinados con pocos procesos, sólo los necesarios para con un sólo toque darle el punto apropiado.
La carta del Lanperna está sujeta a la compra que dirige Félix cada día, así podemos encontrar del propio cocedero marisco como el camarón, o las siempre divertidas karrakelas o kiskillas, a la plancha las cigalas o vieiras, y a la parrilla de carbón langosta o almeja fina entre otros muchos.
En nuestra experiencia, vivida el día visitado, había apetito, y degustamos uno de los hits que me gusta disfrutar cuando acudo a tomarme un txikito: un brioche con mantequilla y anchoa. Le siguieron las Ostras Gillardeau y el apetecible bogavante asado con huevos fritos frescos y la obligada puntilla, con una salsa tipo bisqué, que es espectacular. Para los carnívoros también hay txuletas o solomillo de Guikar.
Dispone de bar con amplia oferta como el taco de bacalao con piperrada, pastel de pescado o el clásico taco de bonito, todo con un servicio amable y profesional.