El Consejo Regulador de la Denominación Rías Baixas quiere dar a conocer la variedad de vinos que se producen principalmente en Pontevedra y una pequeña zona de A Coruña, denominación que se divide en cinco subzonas: Val do Salnés, O Rosal, Ribeira do Ulla, Condado do Tea y Soutomaior. En la degustación celebrada en Bilbao los asistentes pudieron probar un total de 32 marcas de la añada 2021, 12 de la 2020, 10 de la 2019, 9 de la 2018, 3 de la 2017 y de la 2016; uno de la 2015, y otro de la 2012. No faltaron los espumosos, así como las elaboraciones especiales realizadas sobre lías, en madera e incluso de parcelas o fincas.

Ramón Huidobro, secretario general del Consejo Regulador de la Denominación Rías Baixas, y la directora de marketing, Eva Mínguez, comentaron la evolución de los vinos durante los últimos años: "Cuando entramos con el Consejo Regulador, en 1987, vendíamos 6.000.000 de litros de vino, y de ellos 600.000 estaban destinados a la exportación. El año pasado vendimos más de 28 millones de litros, de los que 9.500.000 se destinaron a la exportación, un 33% se vendió en Galicia y el otro 33% en el resto de España", detalló Huidobro.

Aseguró que se sigue basando la mayor parte de la elaboración en una variedad, "la albariño, aunque también tenemos otro tipo de variedades autóctonas, incluso tintas. Hay gente que apuesta por los vinos tintos en Rías Baixas, pero hoy por hoy el albariño sigue representando el 98% de los vinos que elaboramos".

Secretos de minifundio

El sistema de producción de uva es minifundista, lo que a juicio de los representantes del Consejo Regulador de Rías Baixas es un elemento diferenciador. "Como consejo no solo tenemos que orientar a las empresas; tenemos que hacer que nuestro territorio sea sostenible. Debemos conseguir que los viticultores crean en el proyecto y reciban un dinero digno por su trabajo. Y también queremos que los jóvenes quieran vivir en el mundo rural, que encuentren trabajo y un modo de vida. Nuestro objetivo es que las bodegas elaboren un buen producto, que los productores cuiden muy bien la uva y que esos 200 millones de euros que factura nuestra denominación se traduzcan en que esas cinco mil familias puedan vivir de esto".

Dar a conocer el vino que sale de esta denominación no ha sido un camino de rosas, según dicen en el Consejo Regulador: "Viajamos mucho y no ha sido fácil. Nadie había oído hablar de albariño en Estados Unidos hasta hace veinte años. Hoy ya es una de las grandes variedades blancas internacionales", dice Huidobro.

Según señaló el secretario del Consejo Regulador, los productores no tienen en la uva su única ocupación. Es una actividad más en su vida laboral, que les permite mejorar su situación. Al año producen 43 millones de kilos de uva que se convierten en los citados 28 millones de litros, aproximadamente. "En el mundo hay cada vez más países que se suman a los territorios vitivinícolas con variedad de albariño: Japón, Australia, Nueva Zelanda, California, Uruguay, Francia e incluso el sur de Reino Unido, aunque los suyos son volúmenes muy pequeños en comparación. Y no nos olvidemos tampoco de Portugal, que es un gran productor de este vino", concluye.

Producciones reducidas

Esta denominación está formada por 187 bodegas, de las que 140 elaboran menos de 50.000 litros al año y solo diez del total tienen una producción que se acerca al medio millón de litros. "Tenemos bodegueros con mil litros, con 5.000... Es rentable para ellos porque no es negocio único. Algunos tenían en la familia una bodega para el autoconsumo, la que tenían sus abuelos, y lo que han hecho es comercializar su vino bajo una etiqueta, lo que puede ser un buen complemento para la economía familiar", asegura Huidobro.

En el Consejo Regulador hablan también no solo de la evolución en cantidad de producción, sino también cuanto a la calidad: "Cuando entramos nosotros había vinos con defectos, y en ese sentido se ha mejorado mucho. A base de trabajar con las bodegas y los viticultores hemos conseguido corregir esas desviaciones. Hoy en día es muy difícil que te aparezca un vino con un defecto. Hemos aprendido todos mucho en estos años. Para mí, esa es la evolución más importante, la de la calidad", concluye Huidobro.

Una uva con historia

Hay varias teorías sobre el origen que da vida a los vinos de Rías Baixas. Una de ellas es que monjes de la orden de Cluny plantaron la uva de albariño en un monasterio de la comarca de O Salnés. Esto ocurrió, según cuentan, en el siglo XII. Desde allí se extendió por una parte de Galicia y por el norte de Portugal. El río Umia es muy importante para esta variedad, ya que es por sus orillas por donde se extienden los cultivos de albariño.

Otra creencia más reciente apunta a que el albariño es una uva blanca que pudo haber viajado desde Centroeuropa, posiblemente con las migraciones de los pueblos germanos vividas desde el siglo V (suevos y visigodos). Se asentó históricamente en el noroeste, coincidiendo con las fronteras de la antigua Gallaecia.

Pero al margen de las historias que se ciernen en torno a esta variedad, lo cierto es que lleva asentada en Galicia desde hace más de mil años. Bodas reales, actividades religiosas y otros acontecimientos históricos son una parte activa de la realidad actual de los vinos de Rías Baixas.

Hasta la desamortización de Mendizábal los vinos más refinados estaban en manos de los monjes que habitaban los monasterios gallegos. Pasó después a cultivarse la uva en los pazos y en las casas nobles. A mitades del siglo XX esta producción se extendió por una parte importante de la comunidad gallega y los vinos empezaron a coger notoriedad en el mercado. Hoy son una próspera y apreciada realidad.