Xavier Cepero, director del Grupo Castell del Remei, que engloba también a las bodegas Cérvoles, Tomás Cusiné y Cara Nord, conoce bien la realidad actual de la situación agrícola de la provincia de Lleida en lo que se refiere a la D.O. Costers del Segre, donde Castell del Remei se inscribe. Y habla de la alarmante bajada durante el último siglo en el número de hectáreas dedicadas a la viña hasta la paupérrima cifra de 4.000 actuales para el total de la denominación, de las que además algo más de la mitad están en manos del gigante de la DO: la bodega Raimat.
Eso no quita para que Castell del Remei sea un lujo en todos los sentidos, y recorrer la finca en compañía de Cepero es un disfrute y una lección de historia, desde la gran zona de recepción y venta, hasta la bodega en sí donde se hacen las labores agrícolas propiamente dichas -con una sala de depósitos de aluminio y hormigón que tiene capacidad para un millón de litros, aunque se suelan ocupar 650.000, y una espectacular sala de barricas, con una enorme bóveda que llama la atención por su perfecto diseño-. Pero también hay que pasar por las diferentes dotaciones históricas, como el antiguo molino, las casas de los trabajadores, un viejo polvorín de la Guerra Civil (que accidentalmente estalló en 1939 dejando un saldo de 192 muertos, ocho de ellos civiles) , o las caballerizas.
Y entre todas ellas destacan sobre todo dos: el castillo, de larga historia e imponente presencia, que revela bien a las claras por su fisonomía que se diseñó para usos residenciales de la familia propietaria y sus invitados, y la iglesia-capilla, consagrada a la Virgen del Remei y que continúa con culto desde que en 1954 reunió a nombres tan prestigiosos como Josep Obiols para pintar unos valiosos frescos, el arquitecto Fisas, que planteó un escenario sobrio y espacioso, o el músico Lluís Millet, que se encargó de un himno que con el paso del tiempo se ha convertido en muy popular dentro del universo coral.
Todo el conjunto está perfectamente cuidado y ajardinado, lo que es un reclamo para quienes desean pasar un rato al aire libre, como lo es el demandado y muy concurrido restaurante que completa las instalaciones. En la zona ajardinada se ven aquí y allá patos, ocas, cisnes y otras especies, que disfrutan de los dos bonitos estanques (uno de ellos es una vieja balsa de riego; el otro, la que alimentaba antiguamente al molino) a la sombra de los árboles. Cepero destaca los esfuerzos que se hacen en el aspecto medioambiental, recuperando e introduciendo especies autóctonas de flora y fauna. Se dedican recursos a ello y lo cierto es que lucen.
El hermoso castillo articula toda la finca.
Los vinos
Castell del Remei es, pues, una finca top y una marca singular en el actual panorama vitivinícola, con el nombre de Tomás Cusiné, uno de los más importantes empresarios del vino de Cataluña, al frente. Y a una finca top corresponden unos vinos de alta gama, seis en concreto, dos tintos y cuatro blancos, que se dirigen en exclusiva al sector de la restauración y en muchos casos a tiendas especializadas. "Siempre hemos sido unos flojos vendedores de rosados", dice el director, quien no obstante reconoce que sí se elaboran algunos cavas.
Los seis vinos de su parrilla se mueven entre los 7 y los 25 euros de precio en bodega. Los blancos son Gotim Blanc, un joven elaborado con sauvignon blanc y macabeu; Oda Blanc, que lleva crianza y cuyas variedades son macabeu y chardonnay; el tinto Gotim Bru, quizá el más popular de la casa (garnacha, tempranillo, syrah y cabernet); el Oda, también tinto (merlot y cabernet); el monumental 1780, que es un vino más que serio, de altísimo nivel, con un complejo coupage de cabernet, tempranillo, garnacha y merlot; además de la última incorporación de la casa, aún reciente, el tinto Garnatxa, monovarietal de esta uva a la que tan mal se ha tratado durante muchos años, y que por su redondez y solvencia apunta a éxito absoluto.
La bodega destina a la exportación un 50% de su producción y tiene en propiedad cien hectáreas de viñedo, todas ellas en ecológico, aunque un 30% de la uva que necesita acaba comprándola. Este ha sido un problema para que el sello de producción ecológica pudiera figurar en todos los caldos (de hecho, solo Garnatxa lo lleva), por la dificultad para certificar a los muchos pequeños productores que aportan sus frutos.
Larga historia
En Castell del Remei se aprecia a simple a simple vista que la historia, que arrancó en 1780, en aquel momento con la idea de hacer únicamente vino de crianza, pesa mucho. Se aprecia en la vieja despalilladora, que hoy es un monumento a la ingeniería de otra época, en los muchos aperos y máquinas que forman parte del patrimonio industrial del mundo vitivinícola, y en los carteles, premios, reconocimientos y fotos que decoran las estancias.
Esta fue la primera bodega catalana concebida según el modelo de los châteaux bordeleses, de ahí que el castillo haya jugado un importante papel, que de uno u otro modo se remonta hasta el tiempo de los romanos. La bodega exhibe hoy una gran piedra hallada en la propiedad en 1743, que es un pedestal votivo, con la inscripción en latín "A Atilia Lucilla, hija de Spurio, Marco Antonio Nachus a su esposa". Dado que es de suponer que Lucilla Atilia sería la primera propietaria de la finca, hoy lleva su nombre la sala de exposiciones, que mantiene una interesante vida artística, con muestras de todo tipo, artes plásticas sobre todo.
El Canal de Urgell, inaugurado en 1862 y encargado de cambiar (y ampliar notablemente) la faz agrícola de la provincia de Lleida, también jugó un importante papel en la historia de la casa. De hecho, uno de sus promotores, Ignasi Girona, adquirió la finca hasta convertirla en un importante centro agropecuario, tradición que continuaron sus sucesores (la familia Girona siempre trae reminiscencias de grandes y emprendedores empresarios catalanes) hasta llegar a hacer de ella la mayor hacienda de regadío de Cataluña. La finca se convirtió en una auténtica colonia agrícola, en la que llegaron a vivir hasta 50 familias, y que contaba por tanto con escuela, cine, banda de música, campo de fútbol, fiestas y dotaciones propias de un pueblo próspero.
Los vinos de Castell del Remei, pues, atesoran fama internacional y premios desde el siglo XIX. Por eso, visitar la finca, que cuenta con muchos programas de enoturismo y que es un lugar estupendo para conocer (pertenece al pueblo de Penelles, y está a apenas media hora en coche de la capital de la provincia) siempre es un buen plan, y apuntarse a una cata, si uno es aficionado al vino, resulta imprescindible.
La familia Cusiné se hizo cargo de la gestión de han histórico lugar en 1984, y su prestigio ha continuado creciendo desde entonces. Y quizá todo este largo recorrido se simbolice en el castillo, que cuenta con 80 ventanas al exterior y cuatro torres, y encierra un detalle que da idea de la importancia que ha tenido esta finca a lo largo de la historia. En 1964 se celebró el primer centenario del Canal de Urgell y se colocó en la entrada del edifico una placa conmemorativa, que habla del "Cap del Estat Español, Francesc Franco Bahamonde", que al entonces gobernador civil de la provincia, el jienense José Antonio Serrano Montalvo, lo presenta como Josep, y al asturiano Jorge Vigón Suerodiaz, ministro de Obras Públicas con Franco, como Jordi Vigón. No parece ni que el caudillo ni que sus gentes más afectas estuvieran por la labor de que les tradujesen sus nombres a otro idioma, y mucho menos al euskera o al catalán, y de hecho es algo realmente inédito, pero por lo que se ve, y dado que la placa luce en perfecto estado, aquí hicieron la vista gorda. Cosas de poderosos.