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Tomás CoboPresidente de la Organización Médica Colegial de España (OMC)

“Hay que acabar con la precariedad y garantizar la formación continuada de los médicos”

El ICOMA concederá su Medalla de Oro al Dr. Tomás Cobo Castro en reconocimiento a su trayectoria y dedicación al servicio de la medicina y de la profesión médica

“Hay que acabar con la precariedad y garantizar la formación continuada de los médicos”Cedida

El próximo 21 de noviembre, el Colegio Oficial de Médicos de Álava celebrará el Encuentro de la Profesión Médica, una cita que reunirá a profesionales del sector para reconocer su labor y compromiso. En este acto, el ICOMA concederá su Medalla de Oro al Dr. Tomás Cobo Castro, presidente de la Organización Médica Colegial, en reconocimiento a su trayectoria y dedicación al servicio de la medicina y de la profesión médica.

¿Qué significa para usted recibir la Medalla de Oro del Colegio de Médicos de Álava?

Es un grandísimo honor. Además, viene de su presidente, Kepa Urigoitia, con quien me une una relación de amistad desde hace muchos años. Pero no es solo eso: él ha sido, de alguna manera, mi consejero a lo largo de mi trayectoria en la Organización Médica Colegial. Cuando yo era presidente del Colegio de Médicos de Cantabria, él ya era un veterano dentro de la organización, y lo único que he recibido de él ha sido conocimiento y ayuda. Así que estoy muy orgulloso y muy contento. Como digo, es un honor.

¿Qué le motivó en su momento a dedicarse a la medicina y qué le sigue moviendo hoy?

No soy de familia de médicos, no hay ninguno en mi entorno, pero desde niño tuve claro que quería estudiar esta carrera. Lo hice en Cantabria y después me fui a Inglaterra a especializarme. Estuve allí once años y regresé a Cantabria cuando se abrió el Hospital de Sierrallana, donde trabajo desde hace más de veinte años como anestesista. He compaginado mi labor clínica con la cooperación internacional: durante dos décadas he viajado al Sáhara, a los campamentos de refugiados de Tinduf y al pequeño hospital de Tanguiéta, en el norte de Benín, gestionado por San Juan de Dios. Además, participé en la creación de la Fundación para la Cooperación Internacional de los Colegios Oficiales de Médicos, en 2010. Precisamente acabo de regresar del V Congreso de Cooperación Internacional, celebrado en Donostia, el más numeroso hasta la fecha. La fundación cuenta ya con más de dos mil médicos cooperantes registrados y promueve formación, asistencia y seguridad para quienes trabajan sobre el terreno.

Como médico, ha pasado de ejercer a divulgar. ¿Qué disfruta más, ejerciendo o divulgando?

Disfruto más ejerciendo. La representación institucional es pasajera; la esencia está en atender a los más vulnerables, los pacientes. Los médicos somos los únicos que tenemos acceso a la intimidad física y psíquica de las personas en su momento de mayor vulnerabilidad, que es la enfermedad. Nunca he dejado de ejercer, porque creo firmemente que nuestro modelo sanitario -público, universal y equitativo- es el pilar del Estado del bienestar y la justicia social. En España, ningún enfermo se queda sin ser atendido, y eso es algo que debemos valorar y proteger, sobre todo cuando se contrasta con la realidad de muchos otros países.

¿Cuáles son, en su opinión, los principales retos a los que se enfrenta hoy la profesión médica?

Nuestro sistema nacional de salud tiene dos grandes componentes: el modelo -universal, público y gratuito, en el sentido de que nadie se queda sin atención- y el sistema, basado en la cogobernanza entre el Ministerio y los 17 servicios autonómicos de salud. Los retos para los médicos son los mismos que llevamos años señalando. Hay tres quiebras principales: la precariedad laboral (el 50% de los médicos tiene empleo inestable), la falta de tiempo para la formación continuada (apenas cinco días al año) y un modelo retributivo basado casi exclusivamente en las guardias. Esto hace que, si un médico enferma o no puede hacerlas, su sueldo caiga drásticamente. A ello se suman el envejecimiento de la población, la cronicidad, la presión asistencial, las expectativas sociales y el aumento de las agresiones. Todo esto genera una gran desilusión: el 35% de los médicos se jubilaría si pudiera y el 50% presenta síntomas de burnout.

En imágenes: Entrega de la Medalla de Oro de Vitoria al Colegio de Médicos de ÁlavaJorge Muñoz

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¿Cómo puede abordarse este problema de forma estructural?

Hay que buscar soluciones desde la serenidad, sin crispación política y contando con los profesionales. Las prioridades son tres: acabar con la precariedad, garantizar la formación continuada y revisar el modelo retributivo. Solo así podremos fortalecer el sistema.

¿Cómo está afectando el desarrollo de la inteligencia artificial en el sector sanitario?

La inteligencia artificial juega ya un papel extraordinario en el ejercicio clínico. No es una opción, sino una herramienta que seguirá creciendo, aunque sin olvidar que la clave sigue siendo la relación médico-paciente. También hay que considerar la parte legal: las máquinas no tienen responsabilidad, esta siempre recae en el profesional. Por eso debemos promover la formación digital de los médicos. Desde Unión Profesional, que representa a 1,7 millones de colegiados en España, hemos canalizado junto al Ministerio de Transformación Digital un fondo europeo de 200 millones de euros para ofrecer formación gratuita y rápida en competencias digitales, también para médicos.

¿Cómo valora la situación de la sanidad en Euskadi y, en concreto, en Álava?

Álava, como el resto de Euskadi, comparte el mismo modelo sanitario que las demás comunidades. El sistema vasco está especialmente comprometido con la cooperación internacional. La semana pasada, el consejero destacaba ese compromiso con los equipos que han atendido a pacientes de Gaza. En cualquier caso, los tres problemas que mencionaba -precariedad, formación y retribución- son comunes a todos los servicios autonómicos.

¿Qué mensaje enviaría a los jóvenes médicos que comienzan su carrera?

Que valoren la oportunidad de estudiar esta carrera, la más bonita de todas, especialmente en universidades públicas. Que devuelvan a la sociedad lo que esta les ha dado y que no olviden la afectividad en la relación médico-paciente, porque vale tanto o más que el mejor acto clínico. Y que tengan siempre claro que no hay nada -ni creencia política, ni filosófica ni religiosa- por encima de la dignidad del ser humano. Ese es el camino que han elegido: el de vivir una vida plena ayudando a los demás, con la alegría íntima que eso produce.