“Ser cooperante es una experiencia para hacerla una vez en la vida”
Alazne Apellániz fue una de las 67 participantes en 2024 del Programa de Juventud Vasca Cooperante
Si la gasteiztarra Alazne Apellániz Tudela hubiera hecho caso de las señales, seguramente hubiera puesto pie en polvorosa, en cuanto perdieron la maleta a una compañera de su grupo en Lima, “lo que hizo que nos tuviéramos que quedar allí más días”.
Se truncaba así su plan de viaje inicial, a principios de julio de 2024, que pasaba por haber salido directas a Yungay, aunque eso es mucho decir, teniendo en cuenta que para llegar a este pequeño pueblecito de Perú, tuvo que recorrer diez horas por carretera en un autobús nocturno, las cuales pesaban más de la cuenta tras las dos conexiones aéreas previas que tuvo que superar para llegar allí desde Loiu.
Pero esta joven, que ahora tiene 22 años, graduada en Educación Primaria en la especialidad de Educación Física, no se dejó amilanar por la primera toma de contacto de este periplo “que más de horas, tardó unos cuantos días”, resume con humor, porque Yungay sí que era su destino.
El de su vida, como lo califica, gracias a su experiencia en un colegio como profesora de Educación Física y de tutora también, al ser una de las 67 personas, de 22 y 30 años, que participaron el pasado verano en el Programa Juventud Vasca Cooperante, para realizar acciones con diversas Organizaciones No Gubermentales para el Desarrollo para el que, por cierto, el Gobierno Vasco ha abierto el plazo de inscripción hasta el 17 de febrero.
Una charla reveladora
“Ese año justo acababa la carrera y en vez de ponerme directamente con el máster, tuvimos una jornada de puertas en la universidad y hubo una chica que contó su experiencia. Empecé a buscar becas para irme fuera y encontré ésta”, recuerda.
Y, así, empezó a echar una mano allí: “Al principio, más bien, fui profesora de Educación Física, de Primaria, sobre todo, pero también estuve en lo que aquí es la ESO (Educación Secundaria Obligatoria). Al de un mes o así, comenzamos a hacer sustituciones, lo que viene siendo de tutora en el aula, aunque ni ellos ni nosotros queríamos que tuviéramos un rol superestricto: era más bien estar con los chavales y trabajar algo muy dinámico, las emociones o problemas sociales”.
Una experiencia que en lo profesional le ha enseñado lo mucho que las dinámicas que pusieron en práctica ayudaron a sus pupilos a que tuvieran más confianza entre ellos: “Hay veces que exigimos demasiado, incluso a niños de siete años. Decidimos centrarnos, sobre todo, en sus necesidades”, así que por unas horas ‘perdieron’ clase de matemáticas para ganar en "dinámicas divertidas porque que la clase se lleve bien, igual es más eficaz”.
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Mil circunstancias
En lo personal, también se ha dado cuenta de que a veces “intentas hacer una cosa a tope y no sale porque hay mil circunstancias mucho más importantes. Hay problemas que yo, hasta aquí, por lo menos no había vivido: sociales y familias que son muy desestructuradas de verdad. Aquí igual te pasa con dos estudiantes de 25, pero allí con 23 de 25. Eran problemas graves y eso hace que tengas que frenar el ritmo diario, que a veces, no lo hacen sus profesores, por la educación de allí y porque nosotros íbamos como figuras nuevas, y chavales jóvenes, para los que éramos como un apoyo”.
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En definitiva, que aprendió grandes lecciones de vida en esta pequeña aldea. Y todas se trajo de vuelta a Vitoria en su mochila, junto a las que sacó para disfrutar del país.
“Como estábamos en una zona de mucho monte, aprovechamos para hacer un montón de rutas los fines de semana y nos dieron la oportunidad de hacer un 5.000 (metros)”
Y ella se animó, siguiendo otra vez la máxima de arrepiéntete de lo que no hagas. “Ves otras realidades y tienes tiempo de conocerte, aparte de que es una experiencia para hacerla una vez en la vida y solo tienes hasta los 30 años de plazo”, destaca Apellániz que ahora es monitora escolar.