Los seres humanos y las nuevas tecnologías. Adictos, escrita por Daniel Dicenta Herrera y Juanma Gómez, prosigue su exitosa gira llegando en plenas fiestas de La Blanca a la capital alavesa. “Es un thriller” que “genera distintos debates” sobre una actualidad que, de una manera u otra, vive cualquier persona. Así lo comenta Ana Labordeta, que regresa a un Principal que conoce bien. Se estrenó en él hace ya unos cuantos años con Amparo Larrañaga, Maribel Verdú, Natalia Dicenta y Luis Merlo, y luego ha vuelto junto con la propia Lola Herrera, José Sacristán y Héctor Alterio, entre otros. “Es que Vitoria es buena plaza”, sonríe.

¿Qué buenas compañías tiene siempre Ana Labordeta cuando regresa al Principal, verdad?

Eso es suerte. Es muy difícil poder elegir los trabajos. Buscas, estás activa y te preparas, pero son los trabajos los que te vienen. Así que es una cuestión de suerte y en ese sentido me siento muy afortunada porque a lo largo de todo este camino he conocido gente maravillosa, actores, actrices, directoras, directores... que me han enseñado mucho.

En este caso se reúnen Lola Herrera, Lola Baldrich, Ana Labordeta y Magüi Mira. ¿Menudo choque de trenes, no?

La personalidad siempre es necesaria y los diferentes puntos de vista, sobre todo en un proceso creativo y artístico, son muy ricos. Lo que hacen es enriquecer la escena, el momento. A mí me gusta trabajar con compañeras y compañeros que tienen personalidad, que tienen un punto de vista. A veces no es el que tú tienes, pero ahí hay un debate que suma y hacer que una escena crezca. No hay que tener miedo a las personalidades fuertes, para nada.

Se ha escrito de ‘Adictos’ que es una comedia dramática, que es como abarcarlo todo. ¿Qué se va encontrar el público?

Fundamentalmente un thriller. Lo de comedia dramática... no sé yo. El texto tiene mucha dosis de thriller. El espectador va avanzando y hasta el final no ata todos los cabos. Es una obra que trata temas muy actuales. Tiene momentos de comedia, pero es que la vida tiene momentos de comedia. Se habla de cuestiones que ponemos sobre la mesa para que luego la gente reflexione. Lo interesante del teatro o del cine o de la literatura es que cada uno de nosotros hagamos nuestras propias reflexiones. Aquí tratamos temáticas que no pueden estar más al día como la manipulación informativa, cómo somos adictos al sistema y a las tecnologías, cuál es nuestra parte de responsabilidad con respecto a todo eso, cómo a veces nos acomodamos y nos dejamos llevar... Todo eso en una historia muy de thriller, con un atentado en el que el personaje de Lola Herrera sufre amnesia. Una psiquiatra intenta que recupere la memoria para... Bueno, eso que no puedo contar mucho (risas). Llevamos un año haciendo la función y la gente sale fascinada por lo que ha visto y la reflexión a la que se invita.

¿Hay en la obra una cierta reivindicación del ser más humanos?

Hay una reflexión de que tenemos que volver más al origen, volver a escucharnos entre nosotros y dejarnos tocar por el otro. Ahora estamos en el individualismo al que nos están llevando las redes sociales. Y nosotros lo estamos permitiendo. Lo que aquí se cuenta es que tres mujeres de una edad determinada se unen para conseguir hacer el mundo un poco mejor.

Por cierto, ¿qué tal en el papel de periodista?

Me gusta mucho (risas). La verdad es que es un personaje muy bonito, que tiene sus contradicciones porque también ella está manipulada. Es una periodista que ha sido corresponsal de guerra pero por circunstancias de la vida tiene que dejar de viajar. Ahora trabaja para una gran agencia de comunicación que pertenece al Gobierno. Ella, teniendo en teoría la información más directa y exacta, también está siendo manipulada. Disfruto mucho con Eva Landau, que es como se llama. Bueno, con ella y con mis dos compañeras de escena. Está siendo un viaje fantástico encima del escenario y también fuera de él. Uno siempre intenta dar lo mejor de sí pero a veces no se consigue que las cosas surjan. Este trabajo es muy intangible en ocasiones. Pero en Adictos ha ocurrido algo muy hermoso. Encima del escenario nos respetamos y nos cuidamos mucho. Dejamos a cada una el espacio que le corresponde. Todo eso pasa la cuarta pared.

Hablábamos antes de las tecnologías y las redes sociales y, en realidad, cada uno cae en sus contradicciones porque casi todos tenemos nuestra presencia digital. Ana Labordeta también tiene su perfil de Instagram, por ejemplo. ¿Cómo se relaciona con ese mundo virtual, que no deja de ser real también?

Creo que lo llevo bastante bien. Pertenezco a una generación que ha sido analógica. A mí que no me quite nadie de tomarme un vinito con mis amigos y amigas, o con mis compañeras después de la función. Eso sin mirar el móvil en horas, estando presente para compartir una conversación mirándonos a los ojos. Tengo redes. Me gustan, me divierten y me parecen una herramienta maravillosa, pero fundamentalmente las tengo para el trabajo. Puedo pasarme días sin entrar en Instagram o en Facebook. No tengo una gran adicción al teléfono, tampoco. Pero, evidentemente, estamos metidos en un mundo en el que las tecnologías están muy presentes. También, en mi caso, ayuda que son muy torpe con el ordenador (risas).

Toca trabajar en época de vacaciones para la mayoría y a Vitoria acuden a una ciudad en plenas fiestas. ¿Un contexto propicio o complicado para el teatro?

Hay una tradición enorme de teatro que no podemos olvidar en Vitoria, Bilbao y Donostia durante sus fiestas. En Zaragoza, en mi ciudad, también. Eso se conserva. Hay algo que ha pasado de una generación a otra y eso se nota. La gente quiere ir al teatro en fiestas, hay un público que lo pide. Para nosotras es estupendo. Vas a una ciudad como Vitoria que está preciosa, que tiene vitalidad y alegría. A mí me encanta pasearla por la mañana y ver la gente en la calle y todo lo que se organiza. Vale, luego vas a trabajar, pero tenemos la suerte de que trabajamos en lo que más nos gusta, así que... Nuestras vacaciones se quedan para otras fechas, no pasa nada.

¿Algo de tiempo para tomarse alguna cosa después de cada representación habrá o...?

Por supuesto. Eso no nos lo perdemos (risas).