Han sido nombradas directoras dos profesionales de Bioaraba y, además, mujeres. Un doble motivo de alegría, supongo.
–Sí. Estamos muy contentas, porque en parte ha sido también una sorpresa. Ahora tenemos un reto por delante, porque es una responsabilidad.
Y también un espaldarazo al trabajo que realizan en Bioaraba.
–Claro que sí, porque esto es también un reconocimiento.
¿Qué retos se marca en esta nueva etapa?
–Ahora estoy tomando un poco el pulso a todo lo que hay, que es muchísimo. Estoy teniendo teleconferencias casi todos los días para ponerme al día. Mis predecesores han dejado el listón muy alto. Y la idea es continuar haciendo una investigación en red. Porque en el ámbito de la investigación de la salud mental, se necesitan muestras muy amplias de personas para poder controlar todas las variables que pueden influir en una enfermedad u otra y en la respuesta a los tratamientos. Con este trabajo en red lo que se busca es que las personas sean el centro. Todo lo que se va descubriendo es la suma del esfuerzo de muchos, pero si hay algo novedoso es esa investigación muy centrada en las personas.
¿En qué áreas está despuntando ahora mismo la investigación en salud mental?
–Lo que se está haciendo es trabajar más en la prevención. Las mayores novedades se están dando en las escuelas, para ver factores de riesgo e intentar aumentar la resiliencia de los niños, el estudio de los primeros episodios de enfermedad para poder ver qué factores mejoran el pronóstico, y también lo que llamamos alto riesgo. Cuando todavía no se ha producido una enfermedad, pero ya se ve algún síntoma. Y hay estudios sobre todo tipo de enfermedades: psicosis, depresión, trastorno bipolar, TDH... También se está haciendo bastante investigación en psicoterapia: ver cuáles van mejor o peor, cuántas sesiones son suficientes, si las sesiones on line son eficaces... Luego también se hace mucha investigación que combina los datos clínicos con los neurobiológicos, tanto genéticos como de imagen o de alteraciones que puede haber en sangre.
Hemos vivido tiempos muy difíciles para la salud mental de la población. ¿Pero comenzamos a ver ya un poco la luz en el ámbito clínico?
–El mayor impacto que hemos detectado con la pandemia ha sido en los trastornos de la conducta alimentaria, que ha sido muy importante. Los casos ya habían comenzado a aumentar desde antes de la pandemia, así que lo que ocurrió después es que ese incremento se disparó. Continuamos ahora en tasas bastante altas aunque estamos estabilizados, porque los casos no han seguido aumentando. Pero seguimos en el mismo nivel. Veremos qué pasa en los próximos años. Lo que estamos intentando ahora es reforzar los tratamientos en estos trastornos.
¿Hablamos sobre todo de personas jóvenes?
–Sí. Generalmente hablamos de personas jóvenes. Lo más típico es que los casos se den entre la adolescencia.