A todo el mundo le gusta salir por la noche, y más después de haber tenido que vivir una pandemia que además de paralizar cualquier tipo de actividad social ha dejado notables secuelas psicológica en muchas personas. Sin embargo, como señala Rosa Murguía, representante de la Asociación Ensanche XIX, la Constitución Española ampara el derecho al descanso de la ciudadanía, y no el de “gritar por la calle”. Históricamente esta zona centro de la ciudad ha sufrido un importante de problema de ruidos, vandalismo, suciedad e invasión del espacio público que merma la calidad de vida del vecindario y que, lejos de remitir, crece alimentado por la inacción del Ayuntamiento, según esta asociación.

Por ello, Ensanche XIX se ha sumado a la plataforma 7 Ordu Lo, junto con Los Arquillos Bizirik, Uribitarte Anaitasuna, Barakaldo Centro, la Asociación de Vecinos del Casco Histórico de Durango y Parte Zaharrean Bizi de Donostia para trasladar sus problemas al ámbito de la comunidad autónoma, “dado que los ayuntamientos no responden a nuestras reivindicaciones en ningún municipio”, señala Murguía.

Así, se ha presentado una enmienda al proyecto de Ley de Salud para que se incluya la contaminación acústica como un elemento perjudicial para la salud, y se ha solicitado comparecer en las comisiones de Medio Ambiente, Salud y Seguridad Ciudadana del Parlamento, “porque además de la contaminación acústica tenemos el problema de la invasión del espacio público”.

Pero además cada asociación sigue ejerciendo presión en su ámbito municipal, y en ese sentido Ensanche XIX ha presentado un escrito a los grupos municipales en el que les emplaza a plantear medidas contra el vandalismo nocturno “para saber a quién votar”.

“Se trata de que las instituciones sean conscientes de que el público sabe de esto, porque tú llamas al 010, entras al Buzón Ciudadano, y se queda todo en nada. Hemos tenido reuniones con el concejal, con la concejala, con Seguridad Ciudadana, y parece que se va a hacer, pero solo se cumple con la parte burocrática”, denuncia Rosa Murguía.

Hay casos especialmente graves, como el de Mateo Moraza, calle en la que a pesar de haber un sonómetro “puede haber 75 decibelios por la noche, cuando no debe haber más de 55”. “Llamas a los municipales e igual llegan a pasar como sorteando a la gente a las tres de la mañana, y ni siquiera se bajan ni dicen nada”, añade.

En todo caso, afirma la portavoz de Ensanche XIX, el problema principal en su ámbito de acción “son las discotecas”, en concreto las ubicadas en las calles Dato, Paz y Florida.

En cuanto a los bares, los focos conflictivos están, además de en Mateo Moraza, en la esquina de Olaguíbel con Fueros, donde un establecimiento, denuncia Murguía, pone la música a un volumen excesivo, las puertas se mantienen abiertas y la gente permanece en la calle.

Y es que, subraya, el de la ocupación del espacio público es uno de los principales dolores de cabeza de los vecinos del Ensanche vitoriano. Rosa pone como ejemplo la discoteca de la calle General Álava, que “reúne las condiciones, se controla lo de dentro, pero sale la gente en manada en el estado que sale y llegan hasta a cortar el paso del tranvía. Cuando la pandemia –continúa– cerraban antes y todavía estaba abierto el Carrefour, la gente hacía cola y nos preguntaba qué pasaba; era lo mismo que nosotros sufrimos a las seis de la mañana”.

Cumplimiento de horarios

Y en este punto llega otra de las reivindicaciones de la asociación vecinal, el cumplimiento y la racionalización de los horarios de cierre. Murguía critica “la capacidad que tienen los ayuntamientos de alargar los horarios, porque se lo permite el Gobierno Vasco”, y advierte de que 7 Ordu Lo trasladará esta cuestión a la Dirección de Espectáculos.

“¿Qué es eso de que un sitio que tiene que cerrar a las cuatro cierre a las seis?”, se pregunta, más allá de fechas señaladas, como las fiestas de Vitoria. “Hay más de cien días en que pueden alargar el horario, por esa concepción de que las ciudades tienen que ser muy alegres”.

Afortunadamente, Vitoria no es todavía “tan alegre” como Barakaldo o Bilbao, donde la zona de Ledesma combina el terraceo de la tardes con el ocio de discoteca. “Nos dicen que allí se vende la imagen de que el ocio tiene que ser así, que Bilbao tiene que dar ese servicio al turista, pero no son los turistas los que salen a vociferar y acuchillarse entre ellos”, explica Rosa.

La portavoz de Ensanche XIX añade que “en San Sebastián también tienen un problema, pero más por los pisos turísticos, es un enfoque más amplio de este tema, pero tenemos cosas en común”. Ahora asociaciones de otros núcleos, como Eibar, sopesan sumarse a esta plataforma.

En Gasteiz, los planes de Ensanche XIX pasan por cobrar visibilidad para obligar al Ayuntamiento a moverse, pero también para que aquellas personas que luchan en solitario contra el ruido nocturno o el vandalismo sepan que no están solas.

“Una señora me decía que tenía problemas en la plaza Amárica de aislamiento de un bar, y hay muchas personas quejándose, gente que se ha metido con abogados, y de hecho nosotros no descartamos llegar a los juzgados porque nos asiste la Ley”. Todas sus acciones tienen el fin último de que se adquiera conciencia institucional de que “la contaminación acústica es un problema grave que tiene que ver con la salud. Todo el mundo lo sabe, y nosotros queremos que haya un equilibrio entre el derecho a divertirnos y el derecho a descansar, que es un derecho fundamental”, concluye.