La tecnología se ha convertido en una de las principales palancas de cambio en favor del desarrollo y la competitividad del tejido económico en Euskadi y Navarra. De hecho, es una pieza clave en la estrategia de ambos territorios para la próxima década, en su esfuerzo por alcanzar los grandes retos del futuro más próximo: la fabricación avanzada e inteligente, la apuesta por las energías renovables, el impulso de la biociencia y la medicina personalizada, la movilidad eléctrica, la implantación de la economía circular y el apoyo hacia la transición ecológica, entre otros.
Sin embargo, el sector tecnológico precisa de estímulos que consoliden su liderazgo en la carrera hacia el desarrollo tanto de sectores consagrados como de nuevos modelos de negocio, y responder así a las necesidades no solo del tejido económico, sino de la sociedad.
I+D+i como palanca de cambio
En este sentido, la clave pasa por una mayor apuesta, tanto pública como privada, por la inversión en I+D+i por encima de la media europea, de tal forma que esta repercuta en todas y cada una de las fases de la cadena de valor de cualquier sistema de producción o servicio. De hecho, el Plan de Ciencia, Tecnología e Innovación Euskadi 2030 ha fijado el esfuerzo inversor en I+D en 2.300 millones de euros para 2030 y en 200 millones, la financiación internacional. En el caso de Navarra, la meta final para 2030 es alcanzar un incremento del gasto público en I+D+i del 2 % (en 2020 este alcanzaba el 1,45 %) y del 3 % en la inversión total sobre el PIB.
La transición tecnológica-digital es una de las tres evoluciones necesarias para esta década
Junto a este, existen otros retos clave en la transformación tecnológica de ambos territorios, como la incorporación al tejido económico de talento tecnológico, científico y digital con una clara vocación innovadora, la incorporación de las pymes al proceso de innovación, digitalización y transformación tecnológica; la adopción de soluciones de mayor valor añadido en lo que respecta a sostenibilidad y eficiencia, la colaboración con agentes extranjeros para el desarrollo y financiación de proyectos, y la incorporación definitiva de la mujer al sector tecnológico, entre otros.
De la consecución de dichas metas en los próximos años dependerá la capacidad, tanto en Euskadi como en Navarra, de incrementar la capacidad productiva del tejido empresarial y los posibles nichos de empleabilidad.
Un horizonte tecnológico
El Plan de Ciencia, Tecnología e Innovación Euskadi 2030, que constituye la principal herramienta de este territorio para el impulso de la I+D+i en la senda de la competitividad y el desarrollo sostenible, habla de transición tecnológico-digital para referirse a una de las tres evoluciones necesarias en Euskadi para esta década (las otras dos son la transición verde o energético-climática, y la transición inclusiva, o social y sanitaria).
Los ejes sobre los que se vertebra dicha transición son, según el PCTI Euskadi 2030, los siguientes: la digitalización, la Inteligencia Artificial y Big Data, la tecnología al servicio del ciudadano, la automatización, la ciberseguridad y el fomento de una economía digital justa y competitiva. Todos ellos aplicables no solo al conjunto de las industrias con mayor peso en el tejido económico vasco, sino al total de la actividad del territorio, sea esta cual sea, de ahí su importancia como herramienta transversal y vertebradora del tejido económico vasco.
En el caso específico de la industria, el uso de tecnologías digitales supone un auténtico revulsivo, pues no solo permiten una auténtica revolución en procesos de fabricación, sino un cambio de paradigma en todas y cada una de las fases del proceso: desde el diseño al almacenaje, la distribución o el proceso de reciclado a través de una nuevas formas de hacer que contribuyan al desarrollo sostenible del sector.
Respuesta a los desafíos
En el camino hacia la innovación y digitalización tecnológica, las pymes son las más rezagadas, y esta realidad supone un gran escollo para todo el territorio. No hay que olvidar que el 99 % del tejido económico vasco está compuesto por empresas de menos de 250 trabajadores y que en Navarra, un 80 % del ecosistema empresarial tiene tres o menos empleados. De hecho, las Administraciones son conscientes de esta problemática y han articulado acciones específicas para paliar la gran brecha que separa a las pymes de la capacidad de innovar o crear alta tecnología.
En el caso de la industria, el uso de las tecnologías digitales supone una auténtica revolución y un cambio de paradigma
Entre las medidas adoptadas tanto en Navarra como en Euskadi, y que pretenden reforzarse en esta década, destaca el apoyo a las pequeñas empresas, las más débiles y con menos recursos propios, de agentes intermedios de carácter público, privado o mixto volcados en la innovación y la dinamización de sectores específicos. El objetivo es que las pymes se sientan arropadas y puedan acceder, en mejores condiciones, a programas marco de ayuda a la I+D+i, la automatización, la digitalización o el desarrollo sostenible.
En definitiva, se trata de brindar a estas pequeñas y medianas empresas las herramientas necesarias para incorporar en su actividad diaria criterios que mejoren su competitividad y que les ayuden a cumplir con los objetivos de desarrollo marcados no solo por sus CCAA, sino por la propia Unión Europea para el fortalecimiento de la región.
La Administración vasca, por ejemplo, ha lanzado el programa BIND 4.0 SME Connection, en colaboración con los clústeres de la industria, que trata de poner en contacto a startups tecnológicas con pequeñas y medianas empresas de cualquier sector interesadas en alcanzar los retos que les plantea el mercado presente y futuro.