La agresión iniciada por Rusia contra Ucrania continúa con la misma crudeza y la misma campaña de terror contra la ciudadanía invadida que antes de la irrupción de la Administración Trump en un papel presuntamente mediador en el conflicto. En ese sentido, solo se puede hablar de una expectativa hasta el momento insatisfecha que arroja un balance negativo y poco alentador de la capacidad de comprensión de la crisis por parte de los máximos rectores de los destinos de los Estados Unidos.

Encelado en una estrategia de provocar una reactivación de la política de defensa de los países europeos –o lo que es lo mismo, de insistir en un mayor gasto en armamento– que, cuanto más precipitado, más enriquecerá a la industria militar norteamericana, Trump jugo una doble baza de presionar hasta la humillación pública al presidente ucraniano y de mostrar una presunta capacidad de influencia por la vía amistosa sobre el ruso.

Llegó a anunciar un acuerdo de alto el fuego parcial –para proteger las instalaciones energéticas de ambas partes– cuyo efecto real ha sido inexistente, con mutuos reproches de incumplimiento. El paulatino enfriamiento de las posibilidades de avance objetivo en un diálogo de paz ha tenido, por otro lado, al régimen de Vladímir Putin como principal agente, hasta el punto de que algunas reacciones del propio Trump auguraban un endurecimiento de su postura hacia el inquilino del Kremlin que no se ha llegado a producir.

Putin sigue sin sentir presión alguna por parte de la administración del presidente republicano y continúa manejando los tiempos de su solución militar a su antojo, interpretando los momentos en los que presionar en el campo de batalla y en los que defender sus intereses económicos en una mesa de negociación hasta la fecha estéril. La más reciente atrocidad contra la población civil, convertida en objetivo militar desde el inicio de la guerra, no hace sino añadir más vergüenza a la incapacidad occidental para poner freno al expansionismo de Putin.

Cabe preguntarse dónde queda el papel de Washington en esta mascarada cuyo guion sigue escribiéndose en Moscú. Desde el equipo de Trump siguen filtrándose supuestos planes de paz que no dejan de ser medios para presionar a Kiev, ahora con la partición del país, desatendiendo a su condición de víctima de la agresión.