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Editorial

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Una oportunidad de estabilidad

La ciudadanía alemana ha votado y ha definido el mandato de un compromiso de estabilidad que compete a los partidos tradicionales, pero estos no pueden perder de vista que el auge del populismo, especialmente el de ultraderecha, envía señales de un problema de convivencia que puede estallar en cualquier momento. La coalición conservadora de la CDU/CSU se ha hecho con la victoria y lo ha hecho con capacidad de liderar un gobierno de coalición, lo que le obligará a medir el eje de actuación del próximo gabinete. Un equipo monocolor con apoyos externos puede hallarse en serias dificultades por la falta de una mayoría parlamentaria en el Bundestag, pero la gran coalición con la que tradicionalmente se ha respondido en el país a los momentos de inestabilidad y división electoral implica integrar a los socialdemócratas y, en consecuencia, consensuar un programa de gobierno que ya no podría ser una enmienda a la totalidad del gobierno del excanciller del SPD. La deseable cohabitación en el gobierno no será sencilla y estará condicionada por los ejes de debate que ha conseguido instalar la extrema derecha en la opinión pública. Segunda fuerza política del país –uno de cada cinco votos– y con un arraigo profundo en los lander orientales, el crecimiento de Alternativa por Alemania (AfD) ha sido capaz de introducir su propia agenda política en el centro del debate. El populismo de sus mensajes con tintes claramente xenófobos ha hallado acogida en clases medias y bajas reproduciendo la estrategia de otras fuerzas de ultraderecha en Europa y beneficiado de la homologación de una parte de su discurso por el centroderecha. El arrastre del eje de debate se ha llevado por delante al Partido Liberal, miembro de la coalición de gobierno saliente, y ha elevado la presencia del otro extremo del abanico político: la izquierda heredera del Partido Socialista Unificado que gobernó la RDA como partido único. Pero, el fondo del resultado electoral en Alemania sigue siendo la necesidad de que los discursos populistas no oculten la necesidad de encarar una reactivación económica y una restauración del equilibrio social que deje sin argumentos a los extremos. La convivencia y los principios democráticos están en riesgo si los dogmas ideológicos se imponen a la definición de políticas de consenso.