Argentina intenta digerir las consecuencias del escándalo de la criptomoneda apoyada por el presidente, Javier Milei, durante varias horas, hasta que el carácter de meme de la $Libra provocó pérdidas millonarias a los inversores más modestos. El caso reproduce unas pautas que deberían servir para establecer los límites del desempeño de los mercados de criptomonedas y su impacto en la economía real. Como herramienta financiera, la criptomoneda tiene su interés pero su elevada volatilidad la mantiene anclada a un marco muy sensible de especulación. El fenómeno más reciente que ha colaborado a lastrar las eventuales posibilidades de la herramienta es su descontrolada proliferación. Solo en enero de este año, se promovieron en todo el mundo cerca de tres millones de tokens –unidad de valor que emite una entidad privada– diferentes, lo que genera una jungla de inestabilidad. Pero ni siquiera las más extendidas y estabilizadas, como el bitcoin, se libra de un comportamiento peligroso. Paradigmático fue el anuncio del presidente de El Salvador, Nayib Bukele, hace tres años y medio, de convertir el bitcoin en moneda de curso legal. Tras invertir varios cientos de millones de dólares de recursos públicos en incentivar una red de uso de la criptomoneda, su necesidad de crédito internacional le ha obligado a renunciar y volver al patrón dólar. En el período, el bitcoin fluctuó hasta un 60%. El populismo político lo ha abrazado como emblema libertario, y la promoción de criptomonedas por referentes políticos tocó techo con Donald Trump. El lanzamiento de $Trump y $Melania en vísperas de la toma de posesión del presidente de Estados Unidos disparó la cotización de ambos criptovalores para desplomarlos después un 76% y un 90%, respectivamente. Como ahora, con la $Libra promocionada por Milei, la operación sirvió para que inversores de grandes capitales, quizá con información privilegiada, obtuvieran grandes beneficios en horas o días para materializarlos de inmediato, dejando atrapados a los pequeños inversores en una caída libre que acaba en desastrosas pérdidas para quienes más indefensos se manejan con sus propios ahorros. Esta especulación brutal exige una regulación acorde a los riesgos que establezca los límites de las criptomonedas, que proteja a los ahorradores y a la fiabilidad de la propia herramienta.
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