El de la tributación por el Salario Mínimo Interprofesional incrementado es solo el más reciente de los desencuentros entre los socios del Gobierno de Pedro Sánchez –PSOE y Sumar– y traslada la inestabilidad a quienes propiciaron la investidura del presidente y que son imprescindibles para su estabilidad. Hace tiempo que la simplificación del dibujo entre sensibilidades de izquierda y derecha no responden a la configuración de alianzas. En ese sentido hay fuerzas de sensibilidades amplias alineadas de un modo relativamente estable desde fuera del Gobierno –PNV, EH Bildu, BNG o ERC– mientras otras como Junts y Podemos ejercen un antagonismo creciente, sistemático en el caso de la formación que lidera Ione Belarra frente a Yolanda Díaz tras el desgarro que supuso su iniciativa Sumar. En este entorno, la multilateralidad que precisan las relaciones del Gobierno se ve lastrada por la unilateralidad con la que se desempeñan sistemáticamente en el seno del Ejecutivo tanto internamente como hacia el exterior. Los asuntos sociolaborales que se manejan desde las carteras de Sumar parecen desarrollarse de espaldas a una estrategia colectiva y priman el designio de iniciativas de alcance general pero construidas de espaldas a agentes primordiales para su éxito. En demasiadas ocasiones, esto desemboca en la pretensión de un trágala para actores políticos imprescindibles que no han tenido ocasión de ser consultados, mucho menos atendidos y conduce al bloqueo a iniciativas que, en otras circunstancias, podrían ser consensuadas con los debidos matices. La propia Yolanda Díaz admitía ayer que la última de estas –la tributación del SMI– debería haber sido pactada internamente entre los socios de gabinete antes de proyectarla al exterior, pero olvida que en su mano estuvo hacerlo y prefirió capitalizar la subida en términos de imagen particular sin atender a sus implicaciones. También el PSOE ha actuado con ese criterio y ha tenido que reconducir sus objetivos cuando ha topado con el rechazo de quienes le pueden dar la mayoría de gobierno y no han visto acogidos los intereses colectivos que representan. La última crisis de interpretación de la gobernanza es una más al margen de los acuerdos con los partidos cuyo cumplimiento aporta estabilidad. Volver a ellos y evitar la unilateralidad es primordial.
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