Mientras los pueblos afectados por la dana que asoló la Comunitat Valenciana hace ya doce días, a los que se unen los servicios de limpieza, búsqueda y reconocimiento de los desaparecidos y fallecidos y miles de voluntarios, continúan con las labores imprescindibles para normalizar en lo posible la situación, la bronca política por la gestión de la emergencia, ajena al duelo y a la búsqueda de la colaboración y la eficacia, se mantiene sumida en el fango. Es obligado sacar el debate de ese oscuro espacio en el que se halla, sin olvidar que la prioridad sigue siendo la de encontrar a los numerosos desaparecidos, atender en toda su dimensión a los afectados, honrar a las víctimas y reconstruir lo destruido, que es mucho. La multitudinaria manifestación celebrada ayer en el centro de Valencia, en la que se exigió la dimisión del presidente autonómico, Carlos Mazón, muestra que la propia ciudadanía afectada y damnificada exige, además de que se le devuelva la dignidad perdida por efecto de la DANA, explicaciones y responsabilidades. La información que a duras penas va sustituyendo a la ocultación, la manipulación y la mentira respecto a la gestión previa, durante y posterior a la tragedia está arrojando algo de luz sobre el desastre y sobre la intervención e inacción de Mazón y su equipo, señalados, acorralados y abandonados ya incluso dentro de su propio partido, el PP. Tras muchos días de opacidad, las explicaciones aportadas en los últimos días tanto por el presidente popular como por su consellera de Interior –y, como tal, responsable última de las emergencias en la Comunitat–, Salomé Pradas, son insostenibles. Resulta obvio no solo que subestimaron los avisos y previsiones sobre la dana y que no activaron ningún mecanismo de prevención e incluso ignoraban –como ha confesado Pradas– que existiera un sistema de envío de alertas a los móviles de la ciudadanía, sino que su gestión durante los momentos clave –con el presidente ilocalizable durante horas porque estaba en una comida con una periodista, por lo que llegó tarde al comité de crisis– y posterior ha sido nefasta, mostrando una manifiesta incapacidad. La dimensión de la tarea pendiente en Valencia obliga a la prudencia, pero también a que al frente de una crisis como esta estén las personas más y mejor preparadas y competentes. Tiempo habrá después para exigir responsabilidades. l