Siempre unas elecciones en Estados Unidos atraen la atención global. Es un régimen presidencialista en el que los poderes del gobernante tocan ámbitos tan diversos como el económico, el militar y el judicial, con un margen de intervención unilateral significativo y, en la práctica, limitado por el poder legislativo casi en exclusiva condicionando el acceso a fondos públicos en las políticas de la administración. La trascendencia de la cita de hoy parte del conocimiento general de la agenda de los candidatos y sus consecuencias. En el caso de Donald Trump, es pública y contrastada. Se basa, en lo económico, en tensionar las relaciones comerciales con Europa y Asia con tasas y aranceles para proteger la producción local, con la expectativa de que esto facilite la competencia a sus empresas. Sin embargo, la experiencia de su primera legislatura no acredita un retorno de los centros de producción externalizados ni la reactivación de la actividad; la demanda interna no es suficiente y exportar se dificulta por su propia guerra arancelaria. Además, Trump es adalid de la segregación social. Basa su modelo de convivencia, siendo generosos, en un concepto patrimonial de la lengua, la religión, la cultura, el pensamiento, el género y la moral; esto alimenta el señalamiento, la criminalización de minorías. Además, su criterio geoestratégico es contrario a los compromisos internacionales. Ni el desarme ni el medio ambiente ni los derechos humanos ocupan espacio en su agenda si no es para descartar las virtudes del primero, negar la protección del segundo y cerrar puertas a mejorar o consolidar los terceros. Enfrente, Kamala Harris aporta más el valor de la alternativa que el de las certezas. Su activo principal es que no es Donald Trump: no sería una presidenta octogenaria, ultraconservadora radical y dispuesta a alentar la confrontación social, que en la pugna ideológica de los populismos extremistas en todo el mundo no es poca cosa. Pero, a partir de ahí, casi todo son incógnitas y sus compromisos en los campos citados no se pueden contrastar por el bajo perfil de su vicepresidencia. Puede no ser una elección ilusionante pero tendrá consecuencias en caso de que se imponga la propuesta menos democrática, limitadora de derechos y libertades y agresiva en las relaciones externas. Ésta es la de Donald Trump y su círculo de intereses particulares afines.