En las últimas semanas hemos asistido a cómo el crecimiento de la ultraderecha y su capacidad de inducir políticas internas y colectivas de los países de la Unión Europea (UE) pueden tener consecuencias para el propio proyecto compartido. Ayer mismo deslizaba en Donostia el riesgo de la pinza de ultras y liberales sobre el modelo de gestión una voz poco habitual en las referencias políticas: Pedro Almodóvar.

Es imperioso comenzar recordando que el proceso iniciado a mediados del siglo pasado con la primera conjunción de intereses económicos desactivó antagonismos que habían desembocado en dos guerras globales. La UE que hoy conocemos es el modelo de convivencia y coordinación de intereses entre países más exitoso no solo del continente sino del mundo. La Europa castigada por tensiones interestatales ha venido empeñándose en un proceso de estabilización económica, jurídica, social y de derecho, ha permitido coordinar políticas y responder a situaciones que en el pasado habrían rasgado el tejido social y económico en cada uno de los Estados miembros.

Un modelo de derechos, libertades y consolidación de la democracia orientado a la convivencia entre diferentes ha preservando una base de protección colectiva que ampara a millones de personas en un sistema de bienestar que se adapta y siempre podrá ser mejorable, pero sin el cual estaríamos inmersos en la insolidaridad y la confrontación. La asunción de principios del derecho internacional y protección de las personas está en la base de ese proyecto. Por ello, la presión que se ejerce desde los gobiernos en los que ha tomado posición la ultraderecha puede tener graves consecuencias prácticas. Los de Países Bajos y Hungría abogan por romper la cooperación en materia de inmigración y recuperar una gestión individualizada del fenómeno que consiste, en la práctica, en impedir el acceso y proyectar el problema humanitario extramuros; ni encararlo ni resolverlo.

Hoy es la inmigración, mañana la libre circulación o los derechos laborales los que corran riesgo por un proceso que puede deshilachar los mecanismos que se han aminorado los impactos de las últimas crisis. Una pendiente que lleva a sustituir la cooperación por la ley del más fuerte económica, tecnológica o culturalmente. ¿Quizá militarmente en el futuro?