En pocos días, el panorama electoral en Estados Unidos se ha transformado y la depresión que acompañaba a los sectores socioeconómicos afines al Partido Demócrata a la vista de las circunstancias de su candidato Joe Biden a pasado ser una euforia que puede resultar engañosa a tres meses de la cita con las urnas. Kamala Harris ha desatado en torno a su persona un aluvión de expectativa que se materializan tanto en su captación récord de donaciones en apenas unos días como en el hecho de que haya elegido un compañero de candidatura de características muy medidas pero que hubiera estado en cuestión por la parte más moderada de su Partido en otras circunstancias. Ese mérito tiene Donald Trump, cuyo estilo y perfil es capaz de entusiasmar a una parte de la sociedad estadounidense y de aglutinar a otra, dejando de lado diferencias, para confrontar con él e impedir que repita en la Casa Blanca. Los estilos de las candidaturas demócrata y republicana son también significativos. La de Donald Trump se completó con un J. D. Vance que es una réplica menos carismática del estilo del magnate. Con ambos, el tono del discurso republicano difícilmente va a separarse del populismo descalificador que siempre ha caracterizado al expresidente. Enfrente, la candidatura demócrata se antoja más equilibrada en el sentido de que la presidenciable Harris tiene, curiosamente, más perfil institucional y un pasado de rigor desde su actividad en la Fiscalía que hace las delicias de los detractores de Trump y permite recordar constantemente, explícita o subliminalmente, sus problemas con la Justicia. El complemento de Tim Walz es para Harris el factor que a ella le falta. Blanco, nacido y criado en el medio oeste del país, el gobernador de Minnesota es un fajador dialéctico dispuesto a entrar en el juego de trazo grueso del discurso de sus rivales y capacitado para dirigirse a su público favorito, la clase media y baja del entorno rural e industrial con las armas de la contundencia verbal que hasta la fecha manejaba en exclusiva la pareja republicana. El desarrollo de la campaña a partir de ahora requerirá mucha atención porque el eventual desgaste, el precio de los errores puede pasar facturas en la cohesión demócrata entre quienes ven a Walz como demasiado progresista. En el lado republicano no hay ese problema: Trump es incontestable entre los suyos.