La sucesión de convocatorias electorales, con sus correspondientes largas y embarradas precampañas y campañas en el contexto del irrespirable ambiente político del Estado español, están elevando aún más el tono de la confrontación y aumentando el riesgo de inestabilidad. En este enrarecido marco, el Gobierno de Pedro Sánchez está inmerso en una serie de conflictos internos y externos que amenazan sus propias bases: desde el caso de la esposa del presidente, con el aún inexplicable episodio de los días de retiro de Sánchez, a los cada vez más sonoros desmarques de su socio de coalición y las crisis diplomáticas abiertas con Argentina e Israel, pasando por las dificultades de la situación política en Catalunya tras las elecciones, con sus imprescindibles socios Junts y ERC en choque permanente, el Ejecutivo vive un difícil equilibrio. Estas dificultades, aunque no son nuevas, se han visualizado de manera descarnada esta semana pasada, en la que el Gobierno ha visto cómo sufría una nueva derrota parlamentaria con la ley antiproxenetismo y se veía obligado a retirar in extremis la ley del suelo para no encajar un nuevo revés dado que ni sus socios iban a respaldarle. En lo que va de legislatura, los socialistas han perdido siete votaciones en los plenos y más de cincuenta en comisiones parlamentarias, teniendo en cuenta, además, que declinó presentar los Presupuestos de este año ante la falta de apoyos y que los del próximo ejercicio están también en riesgo. La incapacidad para tejer pactos de Estado como merecen asuntos como el que afecta muy directamente al grave problema de la vivienda y los llamativos desmarques de Sumar, hasta ahora socio fiel de Sánchez, y las imprevisibles posiciones de Junts y ERC, están llevando a una imagen de división objetivamente perjudicial no solo para el Ejecutivo sino para el país. No hace falta coincidir con la nefasta estrategia de confrontación que lleva a cabo el PP –como pudo verse ayer mismo, con la manifestación contra la amnistía– para coincidir en que “el Gobierno tiene un problema con el Gobierno”. Mientras avanza la campaña, y con ello el riesgo de enconamiento, Sánchez fía el futuro a un buen resultado en las urnas el 9 de junio, lo que no hace sino aplazar el problema. En este contexto, la quiebra de la legislatura y la amenaza de un adelanto electoral como ansía el PP de Núñez Feijóo cobran cada vez más fuerza.
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