Aunque ha podido pasar un tanto desapercibida, la visita de Vladímir Putin a Pekín, donde ha estrechado aún más los lazos que le unen con el líder chino, Xi Jinping, es en el contexto actual sumamente inquietante y preocupante, en especial para Europa. Se trata del segundo viaje a China del dirigente ruso en apenas siete meses. Se produce, además, solo diez días después de que Putin, tras un proceso de elección fraudulento, haya sido investido para perpetuarse en el cargo durante otros seis años. Desde que fuera reelegido, Putin ha desplegado una batería de acciones que han generado alarma en Occidente: una brutal ofensiva de su ejército en Ucrania, especialmente dura en torno a Jarkov; una nueva limpieza entre sus colaboradores, en especial la sustitución del ministro de Defensa, Sérguei Shoigú, por un economista, Andréi Beloúsov; y la visita a Pekín. Estos encuentros entre Putin y Xi Jinping no son casuales ni inocuos. El autócrata ruso ya acudió a reunirse con el presidente chino en febrero de 2022, pocos días antes de invadir Ucrania, lo que solo puede interpretarse como una especie de petición de permiso para actuar. El hecho de que Putin haya acudido a Pekín junto al nuevo ministro de Defensa y a su predecesor y de que al mismo tiempo el ejército ruso mantenga una brutal ofensiva sobre Ucrania parecen indicar la búsqueda de un nuevo giro en la guerra. Un riesgo de consecuencias incalculables. Lo que ha trascendido del encuentro entre Putin y Xi Jinging –es decir, la versión oficial edulcorada– es que ambos países se han comprometido a “profundizar en sus relaciones estratégicas”, lo que es difícilmente creíble dados sus ya asentados excelentes vínculos y alianzas, por lo que resulta oportuno pensar en lo que supondrá para el curso de la guerra. Lo ha dejado claro el portavoz del Kremlin y ministro ruso de Exteriores, Sergei Lavrov, quien ha asegurado que el conflicto entre Rusia y Occidente en su lucha por un “nuevo orden mundial” está ahora mismo “en su apogeo” y que esta situación tardará una generación en cambiar. Mientras, es la población de Ucrania la que sigue soportando las bombas rusas, con escasa capacidad de respuesta y siempre a la espera de la ayuda de Europa y Estados Unidos, mientras la superioridad militar de Moscú y el respaldo de Pekín hacen prever un nuevo y peligroso escenario.