Meses de bombardeo y operación militar constante han llevado a Gaza a la catástrofe humanitaria. Fracaso tras fracaso, la comunidad internacional asiste entre incapaz e indolente a la represión brutal y el asesinato de decenas de miles de civiles palestinos en la franja perpetrado por las Fuerzas de Defensa Israelíes a instancias del primer ministro, Benjamin Netanyahu. Así, la torpe agresión criminal lanzada en su día por Hamás contra la población israelí está sirviendo para que un político rodeado de escándalos, excesos y acusaciones de corrupción y mala gestión se consolide de nuevo bajo la máxima del liderazgo incontestable en tiempos de amenaza. La consecuencia de este estado de cosas, añadida a la insoportable por más tiempo barbarie desatada, la hambruna consciente y genocida y la agresión expansionista de los grupos militarizados de colonos en territorio de Cisjordania, es un deterioro difícilmente reversible de la capacidad de los organismos internacionales para imponer un modelo de equilibrio y convivencia. El daño causado a Naciones Unidas tras verse abandonada por sus miembros más influyentes tendrá consecuencias futuras en un mundo cada vez más replegado ante quienes se muestran dispuestos a recurrir a la fuerza de las armas para imponer sus condiciones. Los últimos gestos de incapacidad los protagoniza la administración estadounidense, que carece de la firmeza y convicción para exigir el fin de la campaña militar israelí y la sustituye con una pobre simulación de rescate humanitario plegado a las condiciones que impone el gobierno de Netanyahu: imposiblidad de acceso directo de la ayuda y negativa explícita a garantizar las vidas de los civiles. Las iniciativas bienintencionadas de suministrar a la población mediante una acción humanitaria en puertos improvisados o lanzamientos en paracaídas no sirven para ocultar el fracaso de la administración Biden y la falta de iniciativa de la dividida opinión de los miembros de la Unión Europea. Se está concretando un vacío de poder que anula a la ONU y sustituye al multilateralismo como este relevó al bilateralismo. El repliegue es a la vez renuncia ética y solo facilita el crecimiento del populismo. La factura de esta deriva está por ver aún pero es una quimera argumentar que se preservará una isla europea de bienestar con este entorno.