El acto oracional celebrado el pasado viernes en la catedral de Santiago a instancias del obispo Joseba Segura debe marcar un antes y un después en el resarcimiento de las víctimas de abusos en el seno de la Iglesia católica. La ceremonia oracional específicamente concebida para pedir perdón a las víctimas, a las que también se recordará con una placa en la catedral, fue la primera iniciativa de estas características en el marco episcopal del Estado español, aunque justo es recordar también que los obispos de las diócesis de Gasteiz, Bilbao, Donostia e Iruñea sí incorporaron en el pasado, con mayor o menor acierto o concreción, la petición de perdón en homilías y mensajes a sus feligreses. El acto del viernes sienta las bases de un reencuentro con la sociedad en un ámbito en el que esta se ha decantado abrumadoramente por exigir a todas sus instituciones, también a las religiosas, un esfuerzo en favor de la verdad, la justicia y la reparación de las víctimas de abusos sexuales. La laxitud con la que las autoridades episcopales españolas han encarado el asunto en el pasado, la indolencia incluso impropia de la necesaria empatía con los que sufrieron agresiones siendo menores indefensos, no puede volver a repetirse. El del rechazo de los abusos a menores no debería ser un ámbito de confrontación de la mayoría social con la Iglesia sino que esta está llamada a liderar la respuesta justa y contundente. La iniciativa supera la errónea voluntad de minimizar, ocultar y, en ocasiones, incluso obstruir la clarificación de centenares de denuncias, que había distanciado a la Iglesia católica de la sociedad vasca, siendo como es la institución religiosa de mayor raigambre, presencia y vínculos con ella. La colaboración sin ambages con el esclarecimiento de todos los sucesos dolorosos y la aplicación de medidas para evitarlos en el futuro son pasos que se están dando ya, aunque con desigual fortuna y contundencia. Nada hará más daño ni producirá más desgarro interno y desafección externa sobre la comunidad católica que la falta de compromiso por un mal orientado deseo de preservar la institución obviando las acciones de quienes se aprovecharon de ella para atentar contra sus principios. Quedan muchos pasos pendientes pero es un acierto avanzar para liberarla de cualquier atisbo de complicidad.
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