a guerra en Ucrania, a punto de cumplir ya sus primeros cien días, está generando numerosos efectos colaterales, algunos de ellos muy graves y que amenazan no solo los equilibrios internacionales sino la supervivencia de millones de personas en el mundo. Expertos y organizaciones como la FAO hablan ya directamente de una crisis alimentaria en diversos lugares provocada o agravada por las consecuencias del conflicto tras la invasión rusa y la ONU advierte de que podemos enfrentarnos a una situación de “hambre catastrófica”. El encarecimiento de los alimentos es alarmante y está batiendo récords históricos de manera constante. Tradicionalmente, Ucrania ha sido considerado el granero de Europa por su alto volumen de exportaciones de cereales -principalmente trigo (el alimento principal), cebada, maíz y aceite de girasol-, no solo para los países del continente sino de, modo especial, para garantizar la distribución de alimentos en Oriente Medio y el norte de África. La guerra y el bloqueo impuesto por el Kremlin en los puertos del mar Negro -a través de los cuales se trasladan la mayor parte de las mercancías alimentarias al resto del mundo- está impidiendo la exportación, lo que tiene graves consecuencias tanto para la economía de Ucrania como para la seguridad en el abastecimiento de los demás países. La Unión Europea ya ha dado la voz de alarma y ha exigido a Vladímir Putin que levante el bloqueo de los puertos ucranianos, donde hay almacenadas 40 millones de toneladas de cereales, la mitad listas para ser exportados para julio. Es obvio que el mero desbloqueo de los puertos -que, a consecuencia de la guerra están minados- aliviará la situación pero no va a resolver un grave problema de emergencia alimentaria sin precedentes, que viene de lejos aunque agravado por el cambio climático, las sequías, otros conflictos bélicos y la pandemia. La guerra de Putin está causando estragos en todo el mundo y a todos los niveles y las respuestas en forma de sanciones y de iniciativas de desconexión del suministro energético ruso por parte de Europa, aunque justas y necesarias, tienen también su efecto negativo. La comunidad internacional debe poner en marcha de manera urgente iniciativas de presión máxima ante Putin y de búsqueda de alternativas para garantizar la seguridad alimentaria en el mundo, en especial en los países más vulnerables. l