na de las tentaciones más comunes en los partidos políticos envueltos en batallas internas es la de cerrar sus crisis en falso, a menudo con el objetivo de eludir el foco público y pasar página cuanto antes. Se está comprobando a las claras en la guerra abierta en el Partido Popular, con el intento de Pablo Casado de zanjar un asunto de extrema gravedad y con demasiadas derivadas, alargadas y oscuras sombras e incógnitas, incluso legales, sin resolver mediante una claudicación con la que asume y revela la extrema debilidad de su liderazgo frente a su oponente, Isabel Díaz Ayuso, que ayer pudo exhibir a las mismísimas puertas de la sede del PP una muestra del importante apoyo popular con el que cuenta. Otra fórmula habitual en algunas formaciones es la de atrincherarse a la espera de que la crisis simplemente escampe y desaparezca. En el ámbito vasco, Eusko Alkartasuna, unas siglas ya históricas acostumbradas a numerosas crisis, vive uno de sus peores momentos, con una fractura casi total. El hecho de que el XIII Congreso de la formación celebrado en Gasteiz haya derivado en dos cónclaves, uno el oficial y otro alternativo por parte del sector crítico, pone en evidencia el cisma de un partido roto por la mitad. Las decisiones previas sobre el congreso, las denuncias de irregularidades y censos falseados o la suspensión de militancia a partir de hoy mismo de dirigentes de relevancia como Maiorga Ramírez no han hecho sino ahondar la brecha. En este contexto, la reelección de Eba Blanco como secretaria general con el escuálido apoyo del 54% de los compromisarios llamados a votar no zanja, ni mucho menos, la crisis, por mucho que apele a la “legitimidad democrática” que la ampara. Sobre todo, porque en su discurso de toma de posesión no hubo mano tendida al sector del que forma parte el propio fundador de EA, el lehendakari ohia Carlos Garaikoetxea, sino todo lo contrario: duros reproches y un llamamiento a la “disciplina”. El trasfondo de la crisis, un asunto larvado desde el principio, es la más que evidente difuminación y disolución que está sufriendo EA -incluidas algunas de sus ideas, actitudes y principios históricos- dentro de EH Bildu que los críticos quieren evitar, seguirá vivo pese a que Blanco lo diera ayer por “cerrado”. Un cierre en falso suele ser la antesala de una crisis aún más cismática si cabe.
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