l acuerdo final alcanzado por casi doscientos países en la cumbre del clima de Glasgow no supone ningún fracaso. Por el contrario, es un paso muy importante, decisivo, de cara a conseguir el gran objetivo de frenar el aumento de temperatura del planeta a final de siglo a 1,5ºC así como de reducción drástica de las emisiones de CO2 y de abandono progresivo pero tajante del carbón. Las expectativas generadas -incluso por parte de responsables de la ONU y los propios discursos de los líderes mundiales en el arranque de la COP26-, así como los informes científicos filtrados sobre la realidad y consecuencias del cambio climático y la presión de los grupos ecologistas, parecían empujar hacia un acuerdo más “ambicioso” y seguramente deseable, pero difícilmente alcanzable en las actuales circunstancias y equilibrio de fuerzas entre países más contaminantes, así como entre zonas ricas y pobres. Analizado con perspectiva, el acuerdo de Glasgow es muy esperanzador e incluso supera en muchos aspectos al acuerdo calificado de “histórico” de París, aunque es cierto que sus términos finales rebajan los compromisos sobre la descarbonización. Las dos semanas de negociaciones abiertas han ido mucho más allá del simple “bla, bla, bla” y han cristalizado en compromisos importantes de cara a frenar el cambio climático, objetivo declarado irrenunciable por todos los participantes en la COP26. De este foro, además del acuerdo final que tendrá su recorrido con revisión de objetivos y medidas en las sucesivas cumbres a celebrar -la próxima, en 2022 en Egipto-, han surgido también compromisos multilaterales importantes como los suscritos entre Estados Unidos y China -los países más contaminantes del planeta- para reforzar sus actuaciones climáticas, los pactos para poner fin a la financiación pública de combustibles fósiles, las alianzas para reducir un 30% las emisiones de metano o para eliminar los vehículos de combustión para 2035, el gran acuerdo para frenar y revertir la desforestación o los convenios -limitados- para la financiación de los países menos desarrollados, uno de los grandes déficits con los que concluye la cumbre de Glasgow. Queda mucho camino por recorrer, porque la meta es absolutamente inédita, histórica y desconocida y la salida del problema, muy complicada pero la COP26 ha marcado un hito en el que todos estamos comprometidos.
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