i compartimos que uno de los retos globales que no pueden demorarse es el de la descarbonización de la actividad humana, tanto en su vertiente económica como social, hay que convenir igualmente que ha dejado de tener sentido un debate meramente ideológico, en términos absolutos de todo o nada, y es tiempo de posibilismos con sentido práctico, hojas de ruta realizables porque los pasos a dar no pueden esperar más. En ese marco, el Corredor Vasco del Hidrógeno (BH2C) presentado ayer constituye no solo un elemento tractor de actividad y empleo para Euskadi en los próximos cinco años, sino una estrategia directa hacia la reducción de la huella ambiental de Euskadi materializable y realista. El proyecto compartido por 78 empresas, centros tecnológicos e instituciones vascas pivota en el compromiso de Repsol a través de Petronor y en el tejido industrial y tecnológico que ofrece Euskadi para hacer viable un horizonte de menor dependencia energética de energías contaminantes en el ámbito de la movilidad, la industria o los servicios. Si algo aporta el programa BH2C al debate de la descarbonización es una propuesta tangible y realizable, de resultados medibles en términos de reducción de emisiones contaminantes -1,5 millones de toneladas de CO2 anuales-. El programa permite, casi obliga, a centrarnos como sociedad en la puesta en práctica de un objetivo en el que han sobrado debates parciales, de posturas ideológicas cortoplacistas. La transformación del modelo de generación y consumo pasa por una transición que permita reforzar en el futuro la generación de energías limpias sin perder de vista el presente de necesidad de actividad. En el pasado, los debates incompletos sobre cómo acercarse a ese horizonte ralentizaron en Euskadi la implementación de energías renovables como la eólica o demonizan, aún hoy, el recurso al gas natural como energía de transición, como si existiera una fórmula alternativa realista para el deseado objetivo de minimizar el uso de combustibles fósiles más contaminantes. Igualmente, la participación amplia de agentes económicos y tecnológicos debería desterrar discursos meramente retóricos sobre el papel, función y objetivos de nuestras empresas cuyo conocimiento y capacidad inversora deben ser percibidos como un activo de la sociedad y no su enemigo.
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