a deriva política definida por la nueva línea dominante en Podemos Euskadi, con el aval de Pablo Iglesias al discurso de la unidad de las izquierdas como principal y casi exclusivo proyecto, empieza a marcar un horizonte en el que cada vez va a resultar más difícil discernir un objetivo diferente al de la mera acumulación de fuerzas, escenario ya materializado, por otro lado, mediante la coalición EH Bildu. Podemos Euskadi perdió la diversidad en manos de sus propias desavenencias internas, que desembocaron en el actual revival de algunos de los que lanzaron el proyecto. Curiosamente, el retorno de esta corriente viene marcado por dos señas de identidad que fueron precisamente las causas de su primera desafección, materializada en dimisiones: el alineamiento incuestionable con el mandato de la dirección nacional de Podemos en Madrid, que le reduce a la sucursal vasca de un partido estatutariamente tradicional, y el acercamiento a EH Bildu. Podemos Euskadi ha calcado sin cuestionamiento alguno la ruptura con los verdes de Equo decidida por Pablo Iglesias y la estrategia de bailar el agua a la izquierda abertzale, que un día fue un rival a sustituir. Para ello, ha dejado de intentar ser algo más que un partido al uso y sus resultados electorales atestiguan que así lo ha percibido el votante que una vez lo creyó. El aterrizaje en discursos convencionales de izquierda clásica, la participación en el reparto de sillas en Madrid, son difíciles de compaginar con el idealismo transformador que una vez quiso representar. El último paso en esa deriva es la indisimulada vocación de templar, no ya las relaciones con la izquierda abertzale, sino con los discursos tácticos de esta. Sin embargo, al minimizar la trascendencia ética de los ataques a sedes políticas -como ayer en Durango, aunque sí lo hiciera en Galdakao-, emblema de su candidata Miren Gorrotxategi, no puede aspirar a ser más que un apéndice útil para blanquear vergüenzas de un pasado que contamina a EH Bildu. El pasado que construyó el discurso que ahora vuelve a emborronar con dianas las paredes del país. Podemos no aspira tanto a liderar la izquierda en Euskadi como a ganarle el pulso electoral a un PSE mucho más centrado en su perfil socialdemócrata y escarmentado de compartir espacios con la radicalidad. Los morados se arriesgan a una estrategia que puede torpedearse de nuevo a sí misma en beneficio de la izquierda abertzale.
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