Tras las turbulentas negociaciones que tuvieron lugar el año pasado de cara al frustrado intento de investidura de Pedro Sánchez en julio, el líder socialista despachó su rechazo a la fórmula de coalición con Unidas Podemos con un revelador “no dormiría tranquilo por las noches”. La repetición electoral de noviembre, sin embargo, llevó a Sánchez a un cambio radical en su posición y a optar por un gobierno de cohabitación junto al partido liderado por Pablo Iglesias. Un Ejecutivo que acaba de cumplir dos meses de vida, justo cuando de manera más intensa y más pública se le están viendo las costuras en forma de discrepancias, descoordinación y choques entre los ministros de una y otra formación. Muy probablemente, Sánchez se refería a cuestiones de mayor calado las que le podrían causar insomnio, pero no deja de ser relevante que en tan poco espacio de tiempo las divergencias entre los socios de gobierno estén ya en el debate público. Si bien en los primeros compases de la legislatura la disciplina impuesta -generalmente, en forma de silencio por parte de los ministros para no incomodar o contradecir a sus compañeros- fue la tónica general -por ejemplo, en el caso de mayor trascendencia hasta ahora, como fue el aún no esclarecido y estrambótico episodio del encuentro entre el ministro Ábalos y la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez-, en las últimas semanas los desacuerdos han sido constantes. Las abiertas y categóricas discrepancias respecto a las devoluciones en caliente de inmigrantes en las vallas de Ceuta y Melilla tras la sentencia del Tribunal de Estrasburgo que las avala; el recurso de la Abogacía del Estado contra la sentencia que obliga a indemnizar a la familia del cámara José Couso, asesinado por tropas de EEUU en Irak; las posturas sobre la creación de una comisión de investigación sobre las actividades de Juan Carlos I; y, sobre todo, el contenido y forma de la Ley de Garantía de la Libertad Sexual o la guía difundida por el Ministerio de Trabajo sobre la actuación de las empresas ante el coronavirus han generado desestabilizadoras divergencias en el gabinete Sánchez. Una situación, cuando aún no se han cumplido ni cien días de legislatura, que ofrece una imagen de división cercana a la existencia de dos gobiernos en uno. Una cuestión que el presidente debe atajar de manera contundente y urgente, por la propia credibilidad y estabilidad del Ejecutivo.
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