Dentro del grupo de parados mayores de 45 años, existe un grupo especialmente afectado. Las mujeres, que de por sí soportan mayores tasas de empleo precario, además de la brecha salarial, son mayoría en este colectivo.
"Tras la crisis de comienzos de la década pasada, y especialmente en el sector servicios, el paro en esta franja de edad afecta más a las mujeres", indica Arriola. Comercio, hostelería y labores asistenciales son tres de los sectores en los que la mujeres tienen más presencia y en los que el impacto de la pandemia fue también más severo por las restricciones derivadas de la situación de emergencia sanitaria.
Pero más allá de ser algo coyuntural, el problema del paro en las mujeres de más de 45 años es también un grave problema estructural. A ellas, por la asignación de la responsabilidad en los cuidados en la familia, ya sea de los hijos o de sus padres, les perjudica una mayor inactividad. "Esa es la primera brecha. Además, una vez que se incorporan al mercado laboral, las mujeres prosiguen con sus labores de cuidados, lo que redunda en que sus contratos y jornadas de trabajo tienen mayores cotas de parcialidad", explica Pilar Ruiz, de CC OO Navarra.
Esa menor estabilidad tiene no solo consecuencias en el plano salarial, sino también, a largo plazo, en el cómputo de las pensiones.
"Las mujeres tienen, por lo general, carreras laborales más interrumpidas, con bases de cotización más bajas, y eso incide después en las pensiones que cobran. Por otra parte, las mujeres siguen teniendo más restringida la puerta de entrada al trabajo en la industria y a los sectores tecnológicos, que es donde mejores remuneraciones hay en el mercado laboral", añade la secretaria de Empleo y Formación de Comisiones Obreras en Navarra. Efectivamente, España es el quinto país de la Unión Europea con mayor tasa de desempleo femenino en el sector tecnológico, según los datos de Eurostat correspondientes al pasado mes. A su juicio, sin embargo, ellas exhiben una mayor resiliencia a la hora de soportar el embate del desempleo porque, al haber sufrido más precariedad que los hombres, son capaces de responder mejor al profundo choque emocional que supone encontrarse de forma repentina en desempleo.
Según los datos de la EPA del pasado año, 2021 se cerró con 308 800 desempleadas mayores de 55 años, frente a las 254.800 de 2019, lo que supone un aumento del 21,2%. Otros dato preocupante se aprecia al comprobar que un 70,5% de las desempleadas mayores de 55 años es parada de larga duración, frente al 51,3% del resto de las mujeres.
El informe ‘Empleo para Todas’, de la Fundación Adecco, publicado con motivo del pasado 8 de marzo, profundiza en el problema. "La mujer senior que pierde su trabajo encuentra barreras adicionales en el proceso de búsqueda de empleo", entre los que están los "prejuicios y estereotipos sociales que se trasladan a las empresa y frenan su contratación". Entre esos recelos sin motivos el informe cita la ausencia de habilidades profesionales, la obsolescencia de sus capacidades o exigencias salariales superiores. "A ello se une, en ocasiones, un desajuste de sus competencias con las demandas del mercado laboral: hace mucho tiempo que no han actualizado su perfil profesional o infrautilizan los canales y fórmulas de búsqueda de empleo actuales", añade el estudio, que propone que las empresas "no caigan en el descarte automático de las desempleadas senior" y que los agentes públicos lancen medidas de intervención "temprana" para anticiparse al problema.